El Jardín de San Francisco

El Jardín de San Francisco

miércoles, 7 de marzo de 2018


Señor mío, Jesucristo, creo firmemente que estás aquí; en estos pocos minutos de oración que empiezo ahora quiero pedirte y agradecerte.

PEDIRTE la gracia de darme más cuenta de que Tú vives, me escuchas y me amas; tanto, que has querido morir libremente por mí en la cruz y renovar cada día en la Misa ese sacrificio.

Y AGRADECERTE con obras lo mucho que me amas: ¡ Tuyo soy, para ti nací ! ¿qué quieres, Señor, de mí?

Padre nuestro, que estás en el Cielo,
durante esta época de arrepentimiento,
ten misericordia de nosotros.
Con nuestra oración, nuestro ayuno y nuestras buenas obras,
transforma nuestro egoísmo en generosidad.
Abre nuestros corazones a tu Palabra,
sana nuestras heridas del pecado,
ayúdanos a hacer el bien en este mundo.
Que transformemos la oscuridad
y el dolor en vida y alegría.
.
Entrar en Cuaresma es inaugurar
un tiempo fuerte de penitencia y conversión...
aprovecha la oportunidad.
Entrar en Cuaresma es una llamada a salir de nosotros,
de nuestras casas, de nuestros prejuicios,
de nuestros intereses, gustos y comodidades...
sal de ti y ves hacia el otro.
Entrar en Cuaresma es afrontar la realidad personal
y dejarse juzgar por la Palabra de Dios...
descúbrete, acéptate, conviértete.
Entrar en Cuaresma es dejar poner nuestro corazón
en la sintonía del corazón de Dios...
practica la com-pasión que hace hermanos.
Entrar en Cuaresma es vaciar nuestras manos,
saber renunciar a nuestras seguridades,
a aquello que nos esclaviza...
libérate para poder abrazar.
Entrar en Cuaresma
es saber caminar con otros creyentes
que buscan a Dios
siguiendo a Jesús en Espíritu y en Verdad...
¡Buen camino!

Jesús. Un año más me invitas a recorrer el camino hacia la Pascua.
Soy consciente de que, tal vez, me encuentres con las mismas dudas e inquietudes que el año pasado.
Jesús. Perdóname, porque muchas veces pretendo orar y siempre encuentro mil excusas.
Sin embargo, tú, Jesús, siempre estás allí, a mi lado;
sales a mi encuentro cuando estoy decaído
y por eso, quiero recuperar las ganas de estar junto a ti.
Jesús. Cuando caminas cansado y agotado hacia el gólgota, me haces ver que la vida es maravillosa,
porque igual que tú, cuando uno se ofrece para llevar la felicidad a los demás,
a los despreciados,
a los que nadie quiere,
a los enfermos;
se da cuenta que a tu lado la vida tiene otro sentido.
Por eso, Jesús, ayúdame:
-para que tu palabra no sobre en mi mochila;
-para que pueda conocerte mejor;
-para que si hago ayuno lo haga sin ruido;
-para que mi caridad florezca con sencillez;
-que mi oración brote como un rayo de sol entre las nubes,
y sobre todo, que nunca deje de buscarte.
Jesús. Ayúdame también, para que este tiempo de cuaresma,
sea un oasis de meditación y de paz;
de pensar en las veces que me he olvidado de ti mientras tú
sufrías y morías por cada uno de nosotros.
Nada más ni nada menos, que por amor.
Jesús. Ya sé que quieres que te mire a los ojos y así pueda
descubrir que merece la alegría seguirte.
Por todo eso, Jesús, ayúdame…

Hay cruces casi «inevitables»...
ciertas edades,
ciertos climas,
ciertos trabajos,
ciertos caracteres,
ciertas convivencias,
ciertas palabras,
ciertos silencios,
ciertos momentos,
ciertos...
Y uno debe asumirlas.

11.- ORACIÓN
Señor, sé que no puedo hacer nada
para añadir o quitar un solo segundo a mi vida;
sé que hay borrascas y anticiclones
aunque yo prefiera siempre justo lo contrario;
sé que podría tener un trabajo mejor
pero tengo el trabajo que tengo;
sé que el carácter de algunas personas a veces me supera;
sé que hay convivencias que no entiendo;
sé que hay palabras que borraría para siempre del diccionario;
sé que hay silencios que duelen
y momentos por los que me gustaría no tener que pasar nunca...
Sé, Señor, que hay muchas cosas en mi vida
que son inevitables y que debo asumirlas;
¡tantos desiertos por los que debo pasar
para crecer en fidelidad a tu Evangelio!
Dame la fuerza necesaria
para hacer de la experiencia del DESIERTO
una oportunidad para conocerme más a mi mismo
y adherirme más a ti;
dame la fuerza necesaria
para abrazar las cruces casi “inevitables”,
asumirlas y crecer con ellas. Amén

12. EN TU DESIERTO, SEÑOR
Vivo, Señor, en mi desierto de angustias y miserias.
Vivo, Señor, en mi desierto de infidelidades.
Vivo, Señor, en mi desierto de penas e historias que me atan.
Vivo, Señor, en un desierto en el que me cuesta trabajo escuchar tu voz.
Libérame y escucha mi voz que te llama.
Libérame y sácame de mi Egipto.
Libérame y abre mis ojos para buscarte.
Libérame y tiéndeme tu mano fuerte.
Libérame y condúceme a tu desierto, Señor.
En tu desierto, Señor, quiero vivir de otra cosa que no es pan.
En tu desierto, Señor, quiero ser fiel a tu Palabra.
En tu desierto, Señor, quiero caminar dándote la mano.
En tu desierto, Señor, quiero dar frutos y
hacer que de mí manen amor y misericordia.
En tu desierto, Señor, sé que encontraré tu Vida,
sé que encontraré mi vida.
Entraré en tu desierto, Señor.
Me despojaré de todo lo que me oprime.
Dejaré que me hables y me seduzcas.
Porque quiero hacerme fuerte en ti.
Porque quiero en tu desierto, Señor,
tener las manos disponibles
para abrazar tu Cruz.

13. PARA ESTAR CONTIGO

Para estar contigo
me libero de mi alforja (mis preocupaciones);
me quito las gafas (mis visiones);
olvido mi agenda (mis negocios);
guardo la pluma en el bolsillo (mis planes);
arrincono el reloj (mi horario);
me despojo de mi ropa (mis ambiciones);
me desprendo de mis joyas (mis vanidades);
renuncio a mi anillo (mis compromisos);
me quito los zapatos (mis ansias de huida);
dejo, también, mis llaves (mi seguridad)
para estar sólo contigo,
el único verdadero Dios.

Y, después de estar contigo...
Tomo las llaves, para poder abrir tus puertas.
Me calzo los zapatos, para andar por tus caminos.
Me coloco el anillo, para comprometerme contigo.
Me adorno con las joyas, para asistir a tu fiesta.
Me visto la ropa, para salir a tu amplio mundo.
Recupero mi reloj, para vivir al compás de tu tiempo.
Cojo mi pluma, para escribir tus pensamientos.
Recobro la agenda, para no olvidar tus citas conmigo,
mis citas contigo, a lo que soy muy propenso.
Me pongo las gafas, para poder ver el mundo a tu modo.
Y cargo con mi alforja, para llevar y sembrar tus promesas.

14.- EN UNA NUBE, SEÑOR

Estoy aquí, Señor, cerca de ti, pero no te veo.
Estoy aquí, Señor, a tu lado, pero no te pienso.
Estoy aquí, Señor, casi tocándote, pero no te siento.
Estoy aquí, en una nube, Señor.
Y es que me recorre un escalofrío;
es que estoy lleno de incertidumbre;
es que me asusto y no sé que hacer;
porque no sé dónde estás, no sé cómo encontrarte,
porque no sé quién eres ni de qué modo buscarte.
Quizá no te escuche,
Quizá no descifre tus señales;
Quizá me parezca todo tan difícil…
Quizá no quiera verte, pensarte ni sentirte…
Quizá esté a gusto aquí, en una nube, Señor.
En la nube, Señor, dame claridad para caminar firme en ti
y reconocer tus signos.
En la nube, Señor, dame valor para afrontar lo que cada día
pones en mi paso.
En la nube, Señor, dame entrega para alabarte
y hacerte vida en mi vida.
En la nube, Señor, dame decisión,
para abrir mis manos a tu Cruz.

15. CARTA DE MARÍA A UN JOVEN

Querido hijo:
Dios, tu padre, me pide que te escriba unas líneas. Está preocupado porque te ve demasiado obsesionado por conseguir las cosas que te ofrece la sociedad y pasas de Él.
El mundo te dice que hay que mirar las cosas desde arriba, porque sólo el que tiene dinero, fama y poder es feliz. Sin embargo, Él quiere que te recuerde que mi Hijo, tu hermano Jesús, nació acá abajo, entre la gente sencilla, humilde y pobre, y desde abajo comenzó a construir el Reino de Dios con la única fuerza del amor.
Vuélvete hacia Dios, lo necesitas; tienes que hablarle, escucharle, sentirte cerca
de Él en la oración. Ya verás: Él no defrauda nunca. Te hará comprender que,
cuanto más te olvides de ti mismo y vivas para los demás, más feliz serás, porque
estarás más lleno de Él. Te olvidarás de las cosas que la sociedad de consumo
te ofrece y, cuando tengas que usarlas, lo harás sin rendirles el corazón,
porque tu corazón le pertenece a otro y tu tesoro está lleno de otra clase de
riquezas. Sentirás que tu vida se llena de sentido. Trabajarás por hacer un
mundo mejor hasta consumir tus fuerzas. Y al final, cuando veas que la
labor te sobrepasa, entenderás que estás trabajando en la obra de Dios,
y que tú sólo eres un obrero en ella, incapaz de entenderla del todo
y de terminarla por completo, pero seguro de que algún día se
acabará gracias al esfuerzo de otra mucha gente, que como tú,
decidió hacer caso a Dios y hacer lo que Él les pedía.
El camino es difícil, pero no es imposible. Te lo digo yo,
que lo seguí la primera. Me dirás yo lo tuve fácil por ser
la Madre de Jesús. No es cierto: yo también tuve que
buscar constantemente la voluntad de Dios. Desde
que le dije que sí, anduve en búsqueda y en
inquietud constantes. A mí también me costó
aprender a ver las cosas desde Dios. Me costó
reconocer a su Hijo en el pesebre y, sobre
todo, en la cruz. Hasta que comprendí
que el arma de Dios es el amor y que no
hay mayor amor que dar la vida por los
demás.
Hijo, hazme caso. Verás cómo así es
como realmente se es feliz. Un beso.
María, tu madre.