ORACIÓN DEL 12 DE FEBRERO
Te adoramos. Oh, Cristo, en todas tus iglesias que hay en el mundo entero y te bendecimos pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
Buenos Días, Señor; Buenos con tu Bondad, y de Día con tu Luz!
Aquí estoy haciendo esta parada ante Ti antes de
empezar, al igual que le hace falta silencio a la música antes de comenzar; en
tus Manos este Día, que Tú seas el Artista que cree una Bella Canción con mi
vida, que Tú seas el Autor que escriba la página de este Día.
Otra vez comienza el Día
Sí, otra vez nos Regalas esta Bendición de Tiempo;
otra vez te pedimos que hagas nuevas todas las cosas;
porque Contigo este “otra vez” es Otra vez;
Contigo es otra vez tu Paz,
otra vez compartir,
otra vez tu Bien repartir,
otra vez el Mal desterrar,
otra vez
Despiertos soñar,
otra vez mirándote luchar,
otra vez en tu Amor triunfar,
otra vez tu Belleza contemplar,
otra vez en tu
Plenitud caminar,
otra vez nuestro corazón a Sonreír,
otra vez Sentir, otra vez Reír, otra vez Vivir!
Señor, Te doy gracias por este día. Te doy gracias
porque puedo ver y escuchar esta mañana. Estoy bendecida porque tú eres un Dios
de perdón y comprendes, tú has hecho tanto por mí y por otros, soy bendecida porque
tú sigues bendiciéndome.
Hoy 11 de febrero celebramos la Jornada Mundial del
enfermo el amor de Dios manifestado en Cristo resucitado, sigue animando
nuestra vida. Hoy los enfermos y sus familias, los profesionales de la salud,
tienen un espacio especial, es un día para unirnos a tanto dolor y sufrimiento
como hay en nuestro entorno, pero también para decirles que no están solos, que
lo mismo que Jesús mostró su cercanía y su preocupación, lo hacemos nosotros como
cuerpo asistencial de Dios.
En uno de sus mensajes de la Jornada Mundial del Enfermo, el Papa Francisco
afirma que Dios está cerca de los que sufren, a través del encuentro, el don y
el compartir. “En el tiempo de la enfermedad, si por una parte experimentamos
toda nuestra fragilidad como criaturas, por otra parte, sentimos la cercanía y
la compasión de Dios”.
Él no nos abandona y muchas veces nos sorprende con el
don de una determinación que nunca hubiéramos pensado tener, y que jamás
hubiéramos hallado por nosotros mismos.
La enfermedad, asegura, se convierte en ocasión de un
encuentro transformador, “en el hallazgo de una roca inquebrantable a la que
podemos aferrarnos para afrontar las tempestades de la vida. “una experiencia que, incluso en el
sacrificio, nos vuelve más fuertes, porque nos hace más conscientes de que no
estamos solos”. El dolor – añade el Papa - lleva siempre consigo un misterio de
salvación, porque hace experimentar el consuelo que viene de Dios de forma
cercana y real”.
“Sólo de su Pascua nos viene la certeza de que nada, ‘ni
la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo
futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra
criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios’”. Y de esta ‘gran esperanza’
“deriva cualquier otro rayo de luz que nos permite superar las pruebas y los
obstáculos de la vida”, dice Francisco citando a su predecesor Benedicto XVI.
El Amor de Dios es un amor efectivo. Nos cambia la forma
de ver y la forma de responder. Aunque no podemos ver a Dios, sí podemos ver el
efecto de su Amor en las circunstancias de nuestras vidas.
Su Amor se hace visible al darnos cuenta de cómo nos
cuida a través de todas las personas que nos han amado. Se hace visible cuando
recordamos las veces que hemos sido perdonados de las consecuencias de nuestros
pecados y tonterías.
Más que todo, el Amor de Dios se hace visible cuando
sentimos que desaparecen nuestros temores, y que se alzan nuestros corazones
con nuestro amor y preocupación por los demás. Incluso si nuestras experiencias
de ser amados han sido a veces decepcionantes, existe en nuestro ser profundo,
siempre vivo, siempre anhelante, el Espíritu de Amor, el Espíritu de Dios, que
continúa creándonos y sosteniéndonos.
Dios es Amor. Él nos ha amado desde el principio.
Hemos estado reflexionando sobre el Amor de Dios, convencidos
de que podemos y debemos transmitir este amor a nuestros enfermos, entonamos la
siguiente oración.
Deus caritas est,
Dios es amor.
Tú, Padre, nos has amado tanto,
lo hemos experimentado a lo largo de la Historia:
en Egipto, en Israel, en la Cruz,
en nuestras vidas.
A veces la enfermedad pretende
arrebatarnos esta increíble experiencia,
otras veces, es la ocasión para vivirla.
También hoy sigo sintiendo tu Amor,
en tantos acontecimientos,
en tantas experiencias,
en tantas personas.
Un amor que no me deja indiferente:
me empuja también a mí a Amar,
a amar en dos direcciones:
a Ti y al hermano.
Dame tu Espíritu, Señor,
para amar siempre como Tú:
mirar como Tú, servir como Tú,
entregarme como Tú.
Con los enfermos,
pero también cuando a mi me toque
la enfermedad o el sufrimiento.
Que tu Amor me contagie y penetre,
para llegar a decir también yo:
«ya no soy yo, es Cristo quien ama en mí».
Gracias, Señor, por tu Amor,
gracias por tu Caridad.
Señor,
Hazme un instrumento eficaz
De tu misericordia.
Señor, bendice mi mente
Para que no sea indiferente ni insensible,
Sino solicita a las necesidades.
De mi prójimo enfermo.
Señor, bendice mis ojos
Para que reconozca en el que sufre
Tu rostro, y me conduzcan
A la luz y tesoros interiores.
Señor, bendice mis oídos
Para que oigan las voces que suplican escucha.
Y respondan a los mensajes
De quien no sabe expresar con palabras. .
Señor, bendice mis manos
Para que no permanezcan cerradas ni frías,
Sino, que transmitan calor y cercanía
Hacia quien necesita una presencia amiga
Señor, bendice mis labios
Para que no pronuncien frases vacías,
Sino, que expresen comprensión y gentileza
Que nace de un corazón que ama.