ORACIÓN 19 DE MARZO
La Cuaresma es el tiempo en que nosotros, los cristianos, siguiendo al Señor Jesús, aprendemos a servir, a ofrecer lo mejor que tenemos para que el otro sea feliz. Estamos en Cuaresma, un tiempo para aprender a servir.
Aprender a servir, explicando a un compañero el problema
que no entiende.
Aprender a servir, no criticando a los demás, sino
ayudándoles a mejorar.
Aprender a servir, cumpliendo con nuestras obligaciones.
Aprender a servir, perdonando de corazón a aquellos que
nos molestan.
Aprender a servir, pensando siempre en la felicidad de
los que están a mi alrededor.
Aprender a servir mostrando un rostro alegre en la
monotonía del trabajo cotidiano.
Aprender a servir teniendo una palabra de reconocimiento
y estímulo al prójimo por el trabajo bien hecho, el esfuerzo realizado, el
triunfo obtenido, la amabilidad demostrada
Aprender a servir mostrando cara de buenos amigos al
llegar a casa, aunque el día haya sido duro.
Aprender a servir haciendo un favor prestado, sobre todo
a quien no puede devolvértelo
Aprender a servir sufriendo una molestia aceptada de
buen grado para proporcionarle a alguien un gusto o evitarle una incomodidad.
Aprender a servir reconociendo con sinceridad de un
error cometido, especialmente cuando se le atribuye a otra persona.
Aprender a servir dándole un apretón de manos cálido y
amistoso a los que están desanimados.
Para vivir bien esta Cuaresma debemos tener tres
herramientas básicas: el ayuno, la limosna y la oración. Pongamos nuestra
atención hoy sobre ésta última.
Siempre que hay oración sincera se opera la conversión,
pieza clave de la Cuaresma, aunque
posiblemente no a la manera de nuestros deseos, sino de los designios de Aquel
que mira en lo escondido.
Francisco de Asís establece también estos criterios en
la Carta que escribe a un hermano que tiene serios problemas para llevar
adelante la vida de oración a consecuencia de los conflictos que le supone la
vida fraterna:
“Querido hermano, que el Señor te bendiga.
Te digo, como puedo, respecto al caso de tu alma, que
todas las cosas que te son obstáculo para amar al Señor Dios y quienquiera que
te ponga obstáculo, sea de los hermanos o de cualesquiera otros, aunque te
azoten, debes tenerlo por gracia. Y quiérelo así y no otra cosa. Y sea esto
para ti verdadera obediencia al Señor Dios y a mí, pues sé firmemente que ésta
es verdadera obediencia.
Y ama a los que esto te hacen. Y no quieras de ellos
otra cosa, sino lo que el Señor te dé. Y ámalos precisamente en esto, y no
quieras que sean mejores cristianos. Y sea esto para ti mejor que vivir en un
eremitorio.
Y en esto quiero conocer si amas al Señor y me amas a
mí, siervo suyo y tuyo, si procedes así: que no haya en el mundo ningún hermano
que, habiendo pecado todo lo que pudiera pecar, se aleje jamás de ti, después
de haber visto tus ojos, sin tu misericordia, si es que busca misericordia. Y,
si no busca misericordia, pregúntale tú si quiere misericordia. Y, si mil veces
volviera a pecar ante tus propios ojos, ámalo más que a mí, para atraerlo al
Señor, y ten misericordia siempre con los tales. Y, cuando puedas, comunica a
los guardianes que por tu parte estás resuelto a comportarte así.(…)” (CtaM.
1-12)
Para terminar esta reflexión de hoy:
Dios y Señor nuestro, acudimos a ti, pidiéndote que nos
conviertas a ti, de todo corazón. Haznos pacientes con los que yerran el
camino; haznos delicados con los que nadie respeta; haznos sencillos con los
que son maltratados; haznos humildes con los que no tienen fuerzas.
Señor, enséñanos a orar, pues nos cansamos enseguida de
estar contigo; sin embargo, sabemos que al orar somos más entrega, tenemos más
fuerzas, amamos más todos. Haz, Señor, que seamos orantes a corazón abierto, a
pie descalzo, con entrega incondicional.
Hoy, Señor, quiero convertirme. Sé que con mis fuerzas
no puedo, pero lo quiero, deseo ardientemente cambiar de rumbo. Ir por el
camino del amor y el compromiso, en favor siempre de los desheredados de este
mundo.
Sabemos, Señor, que tú caminas a nuestro lado y eres
cercano cuando la luz se apaga. Rezamos por todos y cada uno de los hombres de
nuestro planeta. Haz una tierra nueva llena de amor y paz donde tú seas siempre
encontrado en los caminos. Te buscamos Señor, te llamamos siempre, acude en
nuestra pobreza.
Sabemos, Señor, que nuestra civilización está herida de
muerte, porque se potencian muchas cosas que van contra la vida. No nos dejes
solos y tristemente desanimados. Ayúdanos a ser constructores de vida, de una
nueva civilización desde el amor a la vida en la nueva ley.
Nos dijiste, Señor, que amásemos todos, a los que nos
aborrecen. Tu amor es exigencia total, es un amor que hace bien; amas a fondo
perdido todos los enemigos. Gracias por tu ejemplo, por tu amor sin
fingimiento, porque eres bueno nos quieres llenar de tu bondad.
Ayúdanos pues Señor, a poner en marcha todas estas
reflexiones que hemos compartido en la mañana de hoy y de esta forma avanzar en
el camino de esta nueva cuaresma.