El Jardín de San Francisco

El Jardín de San Francisco

martes, 18 de marzo de 2025

 ORACIÓN 19 DE MARZO


La Cuaresma es el tiempo en que nosotros, los cristianos, siguiendo al Señor Jesús, aprendemos a servir, a ofrecer lo mejor que tenemos para que el otro sea feliz. Estamos en Cuaresma, un tiempo para aprender a servir.

 

Aprender a servir, explicando a un compañero el problema que no entiende.

Aprender a servir, no criticando a los demás, sino ayudándoles a mejorar.

Aprender a servir, cumpliendo con nuestras obligaciones.

Aprender a servir, perdonando de corazón a aquellos que nos molestan.

Aprender a servir, pensando siempre en la felicidad de los que están a mi alrededor.

Aprender a servir mostrando un rostro alegre en la monotonía del trabajo cotidiano.

Aprender a servir teniendo una palabra de reconocimiento y estímulo al prójimo por el trabajo bien hecho, el esfuerzo realizado, el triunfo obtenido, la amabilidad demostrada

Aprender a servir mostrando cara de buenos amigos al llegar a casa, aunque el día haya sido duro.

Aprender a servir haciendo un favor prestado, sobre todo a quien no puede devolvértelo

Aprender a servir sufriendo una molestia aceptada de buen grado para proporcionarle a alguien un gusto o evitarle una incomodidad.

Aprender a servir reconociendo con sinceridad de un error cometido, especialmente cuando se le atribuye a otra persona.

Aprender a servir dándole un apretón de manos cálido y amistoso a los que están desanimados.

Para vivir bien esta Cuaresma debemos tener tres herramientas básicas: el ayuno, la limosna y la oración. Pongamos nuestra atención hoy sobre ésta última.

Siempre que hay oración sincera se opera la conversión, pieza clave de la Cuaresma,  aunque posiblemente no a la manera de nuestros deseos, sino de los designios de Aquel que mira en lo escondido.

Francisco de Asís establece también estos criterios en la Carta que escribe a un hermano que tiene serios problemas para llevar adelante la vida de oración a consecuencia de los conflictos que le supone la vida fraterna:

 

“Querido hermano, que el Señor te bendiga.

 

Te digo, como puedo, respecto al caso de tu alma, que todas las cosas que te son obstáculo para amar al Señor Dios y quienquiera que te ponga obstáculo, sea de los hermanos o de cualesquiera otros, aunque te azoten, debes tenerlo por gracia. Y quiérelo así y no otra cosa. Y sea esto para ti verdadera obediencia al Señor Dios y a mí, pues sé firmemente que ésta es verdadera obediencia.

Y ama a los que esto te hacen. Y no quieras de ellos otra cosa, sino lo que el Señor te dé. Y ámalos precisamente en esto, y no quieras que sean mejores cristianos. Y sea esto para ti mejor que vivir en un eremitorio.

Y en esto quiero conocer si amas al Señor y me amas a mí, siervo suyo y tuyo, si procedes así: que no haya en el mundo ningún hermano que, habiendo pecado todo lo que pudiera pecar, se aleje jamás de ti, después de haber visto tus ojos, sin tu misericordia, si es que busca misericordia. Y, si no busca misericordia, pregúntale tú si quiere misericordia. Y, si mil veces volviera a pecar ante tus propios ojos, ámalo más que a mí, para atraerlo al Señor, y ten misericordia siempre con los tales. Y, cuando puedas, comunica a los guardianes que por tu parte estás resuelto a comportarte así.(…)” (CtaM. 1-12)

 

Para terminar esta reflexión de hoy:

Dios y Señor nuestro, acudimos a ti, pidiéndote que nos conviertas a ti, de todo corazón. Haznos pacientes con los que yerran el camino; haznos delicados con los que nadie respeta; haznos sencillos con los que son maltratados; haznos humildes con los que no tienen fuerzas.

Señor, enséñanos a orar, pues nos cansamos enseguida de estar contigo; sin embargo, sabemos que al orar somos más entrega, tenemos más fuerzas, amamos más todos. Haz, Señor, que seamos orantes a corazón abierto, a pie descalzo, con entrega incondicional.

Hoy, Señor, quiero convertirme. Sé que con mis fuerzas no puedo, pero lo quiero, deseo ardientemente cambiar de rumbo. Ir por el camino del amor y el compromiso, en favor siempre de los desheredados de este mundo.

Sabemos, Señor, que tú caminas a nuestro lado y eres cercano cuando la luz se apaga. Rezamos por todos y cada uno de los hombres de nuestro planeta. Haz una tierra nueva llena de amor y paz donde tú seas siempre encontrado en los caminos. Te buscamos Señor, te llamamos siempre, acude en nuestra pobreza.

Sabemos, Señor, que nuestra civilización está herida de muerte, porque se potencian muchas cosas que van contra la vida. No nos dejes solos y tristemente desanimados. Ayúdanos a ser constructores de vida, de una nueva civilización desde el amor a la vida en la nueva ley.

Nos dijiste, Señor, que amásemos todos, a los que nos aborrecen. Tu amor es exigencia total, es un amor que hace bien; amas a fondo perdido todos los enemigos. Gracias por tu ejemplo, por tu amor sin fingimiento, porque eres bueno nos quieres llenar de tu bondad.

Ayúdanos pues Señor, a poner en marcha todas estas reflexiones que hemos compartido en la mañana de hoy y de esta forma avanzar en  el camino de esta nueva cuaresma.