Nos preparamos para hacer oración...
Buscamos la postura mejor para vivir ese diálogo con Dios...
para ponernos a la escucha de la voz del Señor, que una y otra vez sacude y
mueve toda nuestra vida...
Imaginemos que en ese silencio de nuestro interior abrimos
bien la puerta de todo nuestro ser, para que llegue mejor al último rincón de
nuestra vida, la voz del Señor... su mensaje de esperanza. Sólo somos una
puerta que se abre y se abre... a esa presencia de Dios, que trae la salvación
para todos...
El nuevo año litúrgico empieza con el Tiempo de Adviento,
primera etapa del ciclo de la Navidad. Nos disponemos para recibir al Señor que
viene. Son muchos los que, tal vez por pereza, tal vez por sus pecados, no
conocen al Señor, no esperan al que viene, no aman al que es su salvador. Llega
el Amor, y puedo cerrarle la puerta. Llega mi Dios, y puedo negarle la entrada
en mi corazón. Pues del Amor se trata y de mi Dios se habla cuando Jesús nos
dice: “Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y
gloria. Cuando empiece a suceder esto, alzad la cabeza: se acerca vuestra
liberación”.
Tenemos ante nosotros cuatro semanas muy especiales. Un
tiempo de anuncios y promesas. Un tiempo que nos posibilita también, si lo
sabemos vivir, una experiencia fuertemente eclesial. Los tiempos fuertes de la
liturgia son tiempos en los que la Iglesia entera como Pueblo de Dios que
camina en la historia, se coloca en una misma dirección.
"Queridos amigos, el Adviento es el tiempo de la
presencia y de la espera de lo eterno. Precisamente por esta razón es, de modo
especial, el tiempo de la alegría, de una alegría interiorizada, que ningún
sufrimiento puede eliminar. La alegría por el hecho de que Dios se ha hecho
niño. Esta alegría, invisiblemente presente en nosotros, nos alienta a caminar
confiados. La Virgen María, por medio de la cual nos ha sido dado el Niño
Jesús, es modelo y sostén de este íntimo gozo. Que ella, discípula fiel de su
Hijo, nos obtenga la gracia de vivir este tiempo litúrgico vigilantes y activos
en la espera."
(Benedicto XVI, Homilía del 28 de noviembre del 2009)
Señor, otra vez es Adviento en el tiempo de tu Iglesia. Otra
vez rezamos las oraciones de la expectación y de la constancia, los cantos de
la esperanza y de la promesa. Y otra vez toda miseria, toda expectación y todo
aguardar lleno de fe se reúnen en la palabra: ¡Ven!
Pero tú ya has venido. Pusiste tu tienda de campaña entre
nosotros, has participado de nuestra vida con sus pequeñas alegrías, con su
larga rutina, con su conflicto y dolor. ¿Podríamos invitarte con nuestro “Ven”
a algo más profundo que esto?
Y sin embargo, llenos de esperanza, te decimos:
¡TÚ ERES EL QUE TIENE QUE VENIR!
Se dice que vendrás de nuevo, es cierto. Pero no se trata de
volver de nuevo, pues nunca nos abandonaste. Al decirte: “Ven”, deseamos que se
manifieste con mayor claridad que tú ya estás en todo, que el corazón de todas
las cosas se ha transformado ahora, porque tú las has habitado con tu
presencia.
Por eso, llenos de esperanza, te decimos:
¡TÚ ERES EL QUE TIENE QUE VENIR!
Tú vienes. Esto no es pasado ni futuro. Sino el presente que
se llena de ti. Siempre está presente la hora de tu venida... Haz que vivamos
en esta hora atentos a tu venida.
Tú, Dios del tiempo
nos tienes esperando.
Quieres que esperemos
el momento justo para descubrir
quienes somos, dónde debemos ir,
quienes nos esperan a nosotros y qué debemos hacer.
Gracias... por el tiempo que nos concedes para esperar.
Tú, Dios de los espacios
nos tienes mirando.
Quieres que miremos en lugares buenos y en lugares inciertos
para ver si hay señales de esperanza
y gente desesperanzada.
Para ver si hay señales de un mundo mejor
que puede brotar.
Gracias... por el tiempo que nos concedes para mirar.
Tú, Dios y Amor,
nos tienes amando.
Quieres que seamos como Tú:
que amemos a las personas que no tienen amor,
a las que son imposibles de amar,
que amemos sin celos ni amenazas,
y, lo más difícil de todo
que nos amemos a nosotros mismos.
Gracias... por el tiempo que nos concedes para amar.
Y en todo esto nos guardas.
Ante las preguntas difíciles que no tienen respuestas
fáciles,
cuando fracasamos allí donde esperábamos triunfar,
cuando nos aprecian allí donde nos sentimos inútiles.
Y, pacientes, soñadores y amando,
con Jesús y su Espíritu
Tú nos guardas.
Gracias... por el tiempo que nos concedes para aguardar.
Contestamos a las siguientes peticiones diciendo:
SEÑOR, QUEREMOS QUE SEAS “ADVIENTO”.
Señor, queremos que seas “adviento”, tu “adviento” es presencia, es tu deseo de
estar siempre con nosotros. No hace falta que te gritemos para que vengas. Ya
vienes tú sin que te llamemos. Eres el gran presente. Ya estás aquí.
Vivir el adviento es, sencillamente, dejarte estar, cada día
más, con nosotros. Por eso te decimos:
SEÑOR, QUEREMOS QUE SEAS “ADVIENTO”.
Señor, queremos que seas adviento en todos y para todos.
que seas adviento en todos nosotros para que llenes de
sentido nuestra vida y así te hagamos presente en nuestro mundo.
Por eso te decimos:
SEÑOR, QUEREMOS QUE SEAS “ADVIENTO”.
Señor, queremos que seas adviento en todos y para todos.
que seas adviento en nuestras familias y comunidades para
que vivamos en el amor y la comprensión y en todos nuestros hogares disfrutemos
del calor que necesitamos.
SEÑOR, QUEREMOS QUE SEAS “ADVIENTO”.
Señor, queremos que seas adviento en todos y para todos.
que seas adviento en todos los pueblos y ciudades del mundo
para que desaparezcan las guerras, el terrorismo, la falta de libertad, el
hambre.... y todos vivamos como hermanos.
SEÑOR, QUEREMOS QUE SEAS “ADVIENTO”.
Señor, queremos que seas adviento en todos y para todos.
que seas adviento en
todos quienes formamos la Iglesia para que no deformemos el “evangelio” y
seamos testigos auténticos de tu presencia en el mundo.
SEÑOR, QUEREMOS QUE SEAS “ADVIENTO”.
Hoy como ayer, Señor, no dejas de decir a los hombres: “El
Reino de Dios está cerca de Vosotros, ¡convertíos y creed en la Buena Noticia”.
Convierte tú nuestra mirada para que sepamos discernir tu
nueva e imprevisible presencia cada mañana, en nuestras casas y en nuestros
lugares de trabajo, a la puerta de nuestro corazón y de nuestras ocupaciones, a
la puerta de la vida diaria.
Muéstranos cómo basta con muy poco,
cómo apenas basta con nada, para sentirte muy cercano.
Un encuentro, una sonrisa, una mirada,
un apretón de manos, un pájaro, una flor,
una nube, una puesta de sol, una palabra, un silencio,
una oración, la risa de un niño, una carta,
una llamada de teléfono, una comida en familia...
Basta con muy poco, basta con nada.
Conviértenos a la mirada de tu fe,
abre nuestros ojos para que vean la claridad de tu presencia
en la sombra gris del día a día;
abre nuestros oídos para que oigan el discreto aliento
de tu paso en el rumor de lo cotidiano.
Estamos envueltos en la crisis,
pero Dios es siempre salvación.
Nos rodea el individualismo,
pero Dios es proyecto de comunión.
Hablan las bombas en muchos lugares de la tierra,
pero Dios pronuncia una palabra
más fuerte que toda guerra: Amor
Hay desesperanza,
pero en el Adviento
resuena la voz esperanzada del Dios de la ternura.
"Levántate y estrena tu dignidad",
es la voz de Dios que nos quiere de fiesta,
con la dicha del reino entre las manos.
"Una voz se oye en el desierto",
voz de profeta, amenazada no vencida,
siempre creadora de vida,
abridora de caminos de confianza.
"¿Qué tenemos que hacer?",
y como respuesta mil sugerencias.
Lo escuchado en la intimidad
pide ser gritado desde toda atalaya.
"Una mujer en camino de fe y de servicio",
alumbra y acompaña nuestra sed de peregrinos.
Es María, la mujer donde el Adviento
se le hace carne, crecimiento, amor de entrañas, hijo..
El Adviento esperanzado da la mano a la gozosa.
Navidad, el camino y la búsqueda se asoman al encuentro,
al abrazo con Dios y los hermanos
Sea que esperemos la comunión eucarística, la fiesta de Navidad,
la venida del Señor al fin de los tiempos, o su llegada en la oscuridad de la
muerte, conforme a su mandato esperamos en pie, alzada la cabeza, con la
certeza de que llega nuestra liberación. Y mientras esperamos, amamos, de modo
que, cuando el Señor venga, nos presentemos “santos e irreprochables ante Dios
nuestro Padre”.
Feliz espera. Feliz encuentro con el Señor. Feliz Adviento