El Jardín de San Francisco

El Jardín de San Francisco

sábado, 30 de noviembre de 2024

 

ORACIÓN  4 DE DICIEMBRE


Nos preparamos para hacer oración...

 

Buscamos la postura mejor para vivir ese diálogo con Dios... para ponernos a la escucha de la voz del Señor, que una y otra vez sacude y mueve toda nuestra vida...

 

Imaginemos que en ese silencio de nuestro interior abrimos bien la puerta de todo nuestro ser, para que llegue mejor al último rincón de nuestra vida, la voz del Señor... su mensaje de esperanza. Sólo somos una puerta que se abre y se abre... a esa presencia de Dios, que trae la salvación para todos...

 

El nuevo año litúrgico empieza con el Tiempo de Adviento, primera etapa del ciclo de la Navidad. Nos disponemos para recibir al Señor que viene. Son muchos los que, tal vez por pereza, tal vez por sus pecados, no conocen al Señor, no esperan al que viene, no aman al que es su salvador. Llega el Amor, y puedo cerrarle la puerta. Llega mi Dios, y puedo negarle la entrada en mi corazón. Pues del Amor se trata y de mi Dios se habla cuando Jesús nos dice: “Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria. Cuando empiece a suceder esto, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación”.

 

Tenemos ante nosotros cuatro semanas muy especiales. Un tiempo de anuncios y promesas. Un tiempo que nos posibilita también, si lo sabemos vivir, una experiencia fuertemente eclesial. Los tiempos fuertes de la liturgia son tiempos en los que la Iglesia entera como Pueblo de Dios que camina en la historia, se coloca en una misma dirección.

 

"Queridos amigos, el Adviento es el tiempo de la presencia y de la espera de lo eterno. Precisamente por esta razón es, de modo especial, el tiempo de la alegría, de una alegría interiorizada, que ningún sufrimiento puede eliminar. La alegría por el hecho de que Dios se ha hecho niño. Esta alegría, invisiblemente presente en nosotros, nos alienta a caminar confiados. La Virgen María, por medio de la cual nos ha sido dado el Niño Jesús, es modelo y sostén de este íntimo gozo. Que ella, discípula fiel de su Hijo, nos obtenga la gracia de vivir este tiempo litúrgico vigilantes y activos en la espera."

(Benedicto XVI, Homilía del 28 de noviembre del 2009)

 

Señor, otra vez es Adviento en el tiempo de tu Iglesia. Otra vez rezamos las oraciones de la expectación y de la constancia, los cantos de la esperanza y de la promesa. Y otra vez toda miseria, toda expectación y todo aguardar lleno de fe se reúnen en la palabra: ¡Ven!

 

Pero tú ya has venido. Pusiste tu tienda de campaña entre nosotros, has participado de nuestra vida con sus pequeñas alegrías, con su larga rutina, con su conflicto y dolor. ¿Podríamos invitarte con nuestro “Ven” a algo más profundo que esto?

 

Y sin embargo, llenos de esperanza, te decimos:

¡TÚ ERES EL QUE TIENE QUE VENIR!

 

Se dice que vendrás de nuevo, es cierto. Pero no se trata de volver de nuevo, pues nunca nos abandonaste. Al decirte: “Ven”, deseamos que se manifieste con mayor claridad que tú ya estás en todo, que el corazón de todas las cosas se ha transformado ahora, porque tú las has habitado con tu presencia.

 

Por eso, llenos de esperanza, te decimos:

¡TÚ ERES EL QUE TIENE QUE VENIR!

 

Tú vienes. Esto no es pasado ni futuro. Sino el presente que se llena de ti. Siempre está presente la hora de tu venida... Haz que vivamos en esta hora atentos a tu venida.

 

Tú, Dios del tiempo

nos tienes esperando.

Quieres que esperemos

el momento justo para descubrir

quienes somos, dónde debemos ir,

quienes nos esperan a nosotros y qué debemos hacer.

Gracias... por el tiempo que nos concedes para esperar.

 

Tú, Dios de los espacios

nos tienes mirando.

Quieres que miremos en lugares buenos y en lugares inciertos

para ver si hay señales de esperanza

y gente desesperanzada.

Para ver si hay señales de un mundo mejor

que puede brotar.

Gracias... por el tiempo que nos concedes para mirar.

 

Tú, Dios y Amor,

nos tienes amando.

Quieres que seamos como Tú:

que amemos a las personas que no tienen amor,

a las que son imposibles de amar,

que amemos sin celos ni amenazas,

y, lo más difícil de todo

que nos amemos a nosotros mismos.

Gracias... por el tiempo que nos concedes para amar.

 

Y en todo esto nos guardas.

Ante las preguntas difíciles que no tienen respuestas fáciles,

cuando fracasamos allí donde esperábamos triunfar,

cuando nos aprecian allí donde nos sentimos inútiles.

Y, pacientes, soñadores y amando,

con Jesús y su Espíritu

Tú nos guardas.

Gracias... por el tiempo que nos concedes para aguardar.

 

Contestamos a las siguientes peticiones diciendo:

SEÑOR, QUEREMOS QUE SEAS “ADVIENTO”.

 

Señor, queremos que seas “adviento”,  tu “adviento” es presencia, es tu deseo de estar siempre con nosotros. No hace falta que te gritemos para que vengas. Ya vienes tú sin que te llamemos. Eres el gran presente. Ya estás aquí.

Vivir el adviento es, sencillamente, dejarte estar, cada día más, con nosotros. Por eso te decimos:

SEÑOR, QUEREMOS QUE SEAS “ADVIENTO”.

 

Señor, queremos que seas adviento en todos y para todos.

que seas adviento en todos nosotros para que llenes de sentido nuestra vida y así te hagamos presente en nuestro mundo.

Por eso te decimos:

SEÑOR, QUEREMOS QUE SEAS “ADVIENTO”.

 

Señor, queremos que seas adviento en todos y para todos.

que seas adviento en nuestras familias y comunidades para que vivamos en el amor y la comprensión y en todos nuestros hogares disfrutemos del calor que necesitamos.

SEÑOR, QUEREMOS QUE SEAS “ADVIENTO”.

 

Señor, queremos que seas adviento en todos y para todos.

que seas adviento en todos los pueblos y ciudades del mundo para que desaparezcan las guerras, el terrorismo, la falta de libertad, el hambre.... y todos vivamos como hermanos.

SEÑOR, QUEREMOS QUE SEAS “ADVIENTO”.

 

Señor, queremos que seas adviento en todos y para todos.

 que seas adviento en todos quienes formamos la Iglesia para que no deformemos el “evangelio” y seamos testigos auténticos de tu presencia en el mundo.

SEÑOR, QUEREMOS QUE SEAS “ADVIENTO”.

 

Hoy como ayer, Señor, no dejas de decir a los hombres: “El Reino de Dios está cerca de Vosotros, ¡convertíos y creed en la Buena Noticia”.

Convierte tú nuestra mirada para que sepamos discernir tu nueva e imprevisible presencia cada mañana, en nuestras casas y en nuestros lugares de trabajo, a la puerta de nuestro corazón y de nuestras ocupaciones, a la puerta de la vida diaria.

 

Muéstranos cómo basta con muy poco,

cómo apenas basta con nada, para sentirte muy cercano.

Un encuentro, una sonrisa, una mirada,

un apretón de manos, un pájaro, una flor,

una nube, una puesta de sol, una palabra, un silencio,

una oración, la risa de un niño, una carta,

una llamada de teléfono, una comida en familia...

Basta con muy poco, basta con nada.

 

Conviértenos a la mirada de tu fe,

abre nuestros ojos para que vean la claridad de tu presencia

en la sombra gris del día a día;

abre nuestros oídos para que oigan el discreto aliento

de tu paso en el rumor de lo cotidiano.

 

Estamos envueltos en la crisis,
pero Dios es siempre salvación.
Nos rodea el individualismo,
pero Dios es proyecto de comunión.
Hablan las bombas en muchos lugares de la tierra,
pero Dios pronuncia una palabra
más fuerte que toda guerra: Amor

 

Hay desesperanza,
pero en el Adviento
resuena la voz esperanzada del Dios de la ternura.

"Levántate y estrena tu dignidad",
es la voz de Dios que nos quiere de fiesta,
con la dicha del reino entre las manos.

"Una voz se oye en el desierto",
voz de profeta, amenazada no vencida,
siempre creadora de vida,
abridora de caminos de confianza.

 

"¿Qué tenemos que hacer?",
y como respuesta mil sugerencias.
Lo escuchado en la intimidad
pide ser gritado desde toda atalaya.

"Una mujer en camino de fe y de servicio",
alumbra y acompaña nuestra sed de peregrinos.
Es María, la mujer donde el Adviento
se le hace carne, crecimiento, amor de entrañas, hijo..
El Adviento esperanzado da la mano a la gozosa.
Navidad, el camino y la búsqueda se asoman al encuentro,
al abrazo con Dios y los hermanos

 

Sea que esperemos la comunión eucarística, la fiesta de Navidad, la venida del Señor al fin de los tiempos, o su llegada en la oscuridad de la muerte, conforme a su mandato esperamos en pie, alzada la cabeza, con la certeza de que llega nuestra liberación. Y mientras esperamos, amamos, de modo que, cuando el Señor venga, nos presentemos “santos e irreprochables ante Dios nuestro Padre”.

 

Feliz espera. Feliz encuentro con el Señor. Feliz Adviento

 

 

 

lunes, 25 de noviembre de 2024

 


Hoy toda la familia franciscana recuerda al Beato Raimundo Lulio del cual lleva el nombre nuestro colegio. Nació en Palma de Mallorca, de noble linaje, y fue educado según la vida cortesana. Después de experimentar las vanidades del mundo, deseoso de revestirse del hombre nuevo, determinó llevar una vida nueva. Convertido al Señor, renunció a sus bienes e ingresó en la Tercera Orden Franciscana, una vez que hubo renunciado a todos los bienes terrenos, sólo por una cosa suspiraba: cómo podría contribuir a la salvación de las almas y a la extensión del reino de Jesucristo.

Nosotros también queremos colaborar con nuestra vida a la extensión del  Reino de Dios y para ello necesitamos contar con el siguiente kit de supervivencia

·         UNA  BIBLIA: No basta con utilizarla como libro de texto. Más bien debe convertirse en manantial de agua fresca al que acudir frecuentemente para saciar tu sed. De manera que vayas embriagándote y los que están a tu lado conozcan a través de ti la Palabra de Dios hecha vida.

·         UN RELOJ SIN AGUJAS: La búsqueda, amigo, no conoce horarios. No son los 50 minutos o las cuatro horas que pasas al lado de tus alumnos o tus compañeros, debes buscar las 24 horas del día. Ah, y cuando llegues a casa con la sensación de que has perdido el tiempo..., no desesperes, ¡es una buena señal!

·         SEMILLAS: No quieras ver los frutos inmediatamente. En la mayoría de los casos tú sembrarás y serán otros los que recojan. De momento confórmate con pequeños frutos: una sonrisa, un saludo, un gesto agradecido.

·         UNA TOALLITA DESMAQUILLANTE: Hábla los demás con tu vida. Deja a un lado las largas peroratas y los sabios consejos. Para convencer no basta con tu poder de elocuencia. Muéstrate tal y como eres, sin caretas. Si lo que haces es auténtico, no te quepa ninguna duda de que tus compañeros y alumnos “te plagiarán”.

·         UN PIN DE UN MONIGOTE GRACIOSO: Arroja tus cabreos y tristezas antes de entrar en contacto con tus compañeros y alumnos. En una sociedad donde les vendemos con tanta facilidad “felicidad de la barata”, las decepciones son huésped permanente en la vida de muchos. La alegría franciscana, debe convertirse en un virus de difícil curación.

·         UNA AGENDA CON LAS DIRECCIONES Y TELÉFONOS DE TUS COMPAÑEROS Y ALUMNOS: No te conformes con transmitirles todo lo que sabes...En un mundo que avanza a pasos agigantados, muy pronto podrá sustituirte una máquina. Dios les ha puesto en tu camino: que sus problemas, sus proyectos e ilusiones sean también tuyos. Métete en sus vidas aunque incordies.

·         UN Nº 7 BORDADO EN TU CAMISA: “Setenta veces siete”: no lo olvides nunca. Si eres capaz de llevar a cabo esta frase lograrás acercar kilómetros y kilómetros el Reino de Dios. Introduce en tu vocabulario el perdón, “lo siento”, “me he equivocado”.

·         PIEZAS DE UN PUZZLE: No te conformes nunca con la tarea hecha. Eso sí, siéntete orgulloso, pero jamás creas que el trabajo está acabado. Cada día es una oportunidad para avanzar un poco más.

·         UNA VELA: Un buen examen de conciencia para un cristiano es aquel en el que no sólo se pregunta por lo que se ha hecho o se ha dejado de hacer... Cada día habla a Dios de cada uno de tus compañeros y amigos, preséntale sus vidas... y deja que Dios te ilumine.

Si consigo saber utilizar este kit, podré mostrarte Señor, al que tengo a mi lado. Pero me encuentro con muchas dificultades, no siempre eres tú mi tesoro, Señor. No siempre te tengo en el centro de mi vida. sin embargo, quiero luchar para optar cada vez más por ti. Quiero descubrirte y tenerte como el único y más preciado tesoro de mi vida.

QUIERO SEGUIRTE, SEÑOR

No siempre eres tú mi Señor. Las riquezas, el tener, el consumo... me atraen demasiado y me acostumbran a lo cómodo, lo fácil. Sé que seguirte exige sacrificio, que dejarme llevar por esos señores me alejará irremediablemente de ti. Quiero ser libre y tenerte como único Señor.

QUIERO SEGUIRTE, SEÑOR

Las preocupaciones de la vida diaria me quitan mucho tiempo para dedicarme a ti. Prefiero los estudios, el trabajo, los momentos de diversión, de descanso... Los prefiero a estar un rato contigo. Pero he descubierto que mi única preocupación debes ser tú.

QUIERO SEGUIRTE, SEÑOR

Cuántas veces se me va la lengua, Señor. Cuántas veces critico y destruyo a las personas con el veneno de mis juicios. Quiero dejar la crítica y la condenación. Quiero salvar a las personas, quiero luchar por ellas, quiero amar en vez de condenar.

QUIERO SEGUIRTE, SENOR

Quiero seguirte por el camino que me pidas. Si deseas que forme una familia cristiana la formaré; si me pides que me consagre para seguirte más fielmente desde la vida religiosa, lo haré.

QUIERO SEGUIRTE, SEÑOR

Quiero amar, Señor. Quiero pensar en los demás. Quiero que los que me rodean se sientan queridos por mí y felices por lo que hago. Quiero sembrar felicidad por donde vaya.

QUIERO SEGUIRTE, SEÑOR

Quiero seguirte, Señor, en medio de este mundo;

quiero seguirte en medio de tantas dificultades,

en medio de una sociedad que pasa cada vez más de ti;

en medio de tanta gente que, sin saberlo,

está hambrienta y necesitada

de algo que la llene de verdad.


Quiero seguirte, Señor,

porque sé que me necesitas para crear un mundo

en donde reine cada vez más la justicia, el amor y la paz;

un mundo donde todos

se puedan llamar algún día hermanos de verdad;

un mundo donde todos te reconozcan y se acerquen de nuevo a ti;

un mundo donde la única ley sea amarnos como tú nos amaste.

 

Hoy, Señor, quiero renovar mi opción por ti.

Quiero decirte que sigues siendo importante en mi vida,

que te necesito.

Quiero decirte que sin ti estaría perdido y desorientado

porque tú eres luz para mis ojos y calor para mi alma.

 

Sé, Señor, que tenerte en el centro de mi vida no es fácil,

que las dificultades afloraran sin yo buscarlas.

Algunas veces serán los que me rodean

que me invitarán a dejarte;

otras será mi pereza, mi comodidad, mi orgullo, mi «yo».

 

A pesar de todo, quiero lanzarme en el vacío,

quiero apostar por ti.

Porque sé que sólo quien apuesta en esta vida

es capaz de ganar algo;

porque sé que seguirte es hacer un ejercicio de confianza total

y yo estoy dispuesto a realizarlo,

porque tú no me vas a defraudar.

 

Enséñanos, Señor,

el valor de lo sencillo,

el valor de los pequeños detalles.

Que no pensemos hacer grandes

cosas el día de mañana,

descuidando las pequeñas cosas

que podemos hacer hoy.

 

Queremos prestar atención

a los que nos rodean,

sobre todo a los que pasan

alguna necesidad.

 

Ayúdanos a comprometernos

con los que están más cerca:

la familia, los amigos,

los compañeros de clase,…  .

AMÉN

 

sábado, 16 de noviembre de 2024

 

ORACIÓN 20 DE NOVIEMBRE


Te adoramos. Oh, Cristo, en todas tus iglesias que hay en el mundo entero y te bendecimos porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

Este 17 de noviembre, recordamos a Santa Isabel de Hungría, una mujer que decidió seguir el ideal de Francisco de Asís y, sin dejar de ser esposa y madre,  dedicar su vida a los más necesitados. Ella supo, a pesar de las dificultades, encontrar el apoyo que necesitaba en la oración. En una oración tan sencilla como ese Padre Nuestro que hemos repetido miles de veces desde niños, pero que muy pocas veces nos hemos parado a reflexionar sobre lo que nos dice…


Santa Isabel  se propuso vivir el Evangelio sencillamente, sin glosa diría Francisco, en todos los aspectos, espiritual y material. No dejó nada escrito, pero hizo realidad el programa de vida propuesto por Jesús en el Evangelio:

-- El que pretenda guardar su vida, la perderá; y el que la pierda por amor a mí o al Evangelio, la recobrará (Lc 17,33; Mc 8,35).

-- Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame (Mc 8,34-35).

-- El que ama a su padre, madre e hijos más que a mí, no puede ser digno de mí (Mt 10,37).

-- Si quieres ser perfecto ve, vende lo que tienes, dáselo a los pobres y sígueme (Mt 19,21).

Isabel supo ver a Dios en el rostro de los necesitados, pero nosotros ¿Dónde buscamos a Dios?

Cuando el astronauta ruso Yuri Gagarin fue interro­gado sobre si había visto a Dios allá en las alturas, res­pondió: “No lo he visto; Dios no existe.” Algo más tarde subió también a la estratosfera Gordon Cooper y cuando le hicieron la misma pregunta, replicó: “Para ver a Dios no necesito subir a las altu­ras: lo llevo dentro de mí mismo.” ¡Cuántos pretenden encontrar a Dios lejos de sí, cuando lo tienen tan cerca!

Dios sonríe en el juego del niño; Dios gime en el dolor del enfermo; Dios sufre en la miseria del que no tiene pan; Dios muere en el niño desnutrido; Dios huye en el hombre perseguido; Dios alarga la mano en el mendigo; Dios grita en el reclamo de justicia para el pobre obrero explotado.

Dios está en todas partes y en todos; no es preciso ir muy lejos para encontrarlo; basta con que abramos los ojos para poderlo ver. ¡Qué triste sería pasar a su lado, sin reconocerlo!

Nuestro error está en que pretendemos ver a Dios demasiado lejos de nosotros mismos, o en cosas o acontecimientos raros y lejanos; esforcémonos en verlo en lo que a diario nos sucede tal y como hizo Isabel. No busquemos a Dios sobre las nubes, sino a nuestro lado, en el hermano que sufre, en el que goza, en el niño y el anciano, en el sano y el enfermo.

 Señor, enséñanos a no amarnos a nosotros mismos, a no amar solamente a nuestros amigos, a no amar sólo a aquellos que nos aman. Enséñanos a pensar en los otros y a amar, sobre todo, a aquellos a quienes nadie ama.

Señor, concédenos la gracia de comprender que, mientras nosotros vivimos una vida demasiado feliz, hay millones de seres humanos, que son también tus hijos y hermanos nuestros, que mueren de hambre, sin haber merecido morir de hambre; que mueren de frío, sin haber merecido morir de frío…

Señor, ten piedad de todos los pobres del mundo. Y no permitas, Señor, que nosotros vivamos felices solos. Haznos sentir la angustia de la miseria universal, y líbranos de nuestro egoísmo

 

Por eso, Señor,  es justo que demos las gracias por todo lo que nos estás dando a diario con manos largas y gene­rosas. El sol que acaricia nuestras mejillas, el agua que refresca nuestros cuerpos, el calor que vivifica, el cantar de los pájaros, la espiga se balancea por el viento… Todo eso es don y regalo Tuyo.

¡Gracias Señor!

Gracias Señor por las risas de los niños, el aroma de las flores, el pla­cer de la amistad, el afecto del hogar, el amor de los esposos, el consuelo de la fe. .. todo eso es don y regalo Tuyo .

¡Gracias Señor!

Gracias Señor por los minutos que transcurren, los días que se deslizan, los años que se nos pasan, la salud y las fuerzas, el trabajo y los descansos… todo eso es don y regalo Tuyo.

¡Gracias Señor!

Para terminar pedimos

Oh dulce Isabel,

tú que superaste el sufrimiento con el gozo de elevar himnos a Dios,

infunde en nosotros tu espíritu de paciencia ante la adversidad.

Concédenos el don de saber perdonar.

Líbranos de las pasiones dañinas,

de manera que podamos seguir sirviendo al Señor con todo el corazón,

con toda el alma, con todas las fuerzas.

“Que el Señor nos conceda como a su buena Isabel,

el don de un gran desprendimiento para dedicar nuestra vida

y nuestros bienes a ayudar a los más necesitados."

Oh Dios misericordioso, alumbra los corazones de tus fieles;

y por las súplicas gloriosas de Santa Isabel,

haz que despreciemos las prosperidades mundanales,

y gocemos siempre de la celestial consolación.

Por nuestro Señor Jesucristo.  
Amén.

 Ahora, salgamos ahí fuera y, como Santa Isabel, sepamos mostrar una sonrisa, dar una caricia, tener un gesto amable, compartir aquello que tenemos, con todos los que lo necesiten.

sábado, 9 de noviembre de 2024


Te adoramos. Oh, Cristo, en todas tus iglesias que hay en el mundo entero y te bendecimos porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

El pasado sábado, celebramos la fiesta de nuestra madre y patrona de Madrid, la Virgen de la Almudena, y celebrándola este año bajo el lema “Peregrinos de esperanza”, es bueno recordar su historia  y  presencia en Madrid desde los primeros tiempos cristianos de la Villa.


San Francisco, como buen cristiano e hijo fiel de la Iglesia, profesaba una grandísima devoción a la Virgen María. Su primer biógrafo, Tomás de Celano, nos lo recuerda con estas palabras: «Rodeaba de amor indecible a la Madre de Jesús, por haber hecho hermano nuestro al Señor de la majestad. Le tributaba peculiares alabanzas, le multiplicaba oraciones, le ofrecía afectos, tantos y tales como no puede expresar lengua humana. Pero lo que más alegra es que la constituyó abogada de la Orden, y puso bajo sus alas, para que los nutriese y protegiese hasta el fin, los hijos que estaba a punto de abandonar» (2 Cel 198). Y este es un ejemplo de aquellas alabanzas compuestas por el santo de Asís:


Salve, Señora, santa Reina,
santa Madre de Dios, María,
que eres virgen hecha iglesia
y elegida por el santísimo Padre del cielo,
consagrada por Él
con su santísimo amado Hijo
y el Espíritu Santo Paráclito,
en la cual estuvo y está
toda la plenitud de la gracia y todo bien.

 

Salve, palacio de Dios;
salve, tabernáculo de Dios;
salve, casa de Dios.
Salve, vestidura de Dios;
salve, esclava de Dios;
salve, Madre de Dios.

Nosotros también celebramos a María, la Madre de Jesús, que por disposición admirable estuvo presente en los misterios de nuestra salvación. La santísima Virgen María, la misma función salvadora que desempeñó en Caná, a favor de los esposos y de los discípulos, la ejerce ahora desde el cielo, donde reina gloriosa, a favor de toda la Iglesia: preocupándose por el bien de los hombres, intercede ante el Hijo para que atienda a sus necesidades; manda a los hombres que hagan aquello que el Hijo nos ha mandado hacer en el Evangelio.

Contemplemos a María, madre y maestra espiritual, ya que fue perfecta discípula de Cristo y estimula con amor y atrae con su ejemplo, para conducirnos a la caridad perfecta. Pidámosle que interceda por nosotros para que como ella, Dios nos dé el don del consejo, para que nos haga conocer lo que le es grato y nos guíe en nuestras tareas diarias.

Los textos de la Escritura que vamos a escuchar nos muestran la misión mediadora de María entre Dios y los hombres, materializada en su presencia atenta junto a su Hijo en las bodas de Caná.

En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda. Faltó el vino, y la madre de Jesús le dijo:

-"No les queda vino."
Jesús le contestó:
-"Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora."
Su madre dijo a los sirvientes:
-"Haced lo que él diga."
Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien libros cada una.
Jesús les dijo:
-"Llenad las tinajas de agua."
Y las llenaron hasta arriba.
Entonces les mandó:
-"Sacad ahora y llevádselo al mayordomo."
Ellos se lo llevaron. El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llamó al novio y le dijo:
-"Todo el mundo pone primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora."

 Así, en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria, y creció la fe de sus discípulos en él. María Santísima es la imagen de lo que el hombre puede llegar a ser cuando se abre a la Palabra de Dios.

Por intercesión de María, invoquemos a Dios nuestro Padre.

 

Kirye eleison

Por la Iglesia, peregrina en el mundo: para que medite como María, la palabra de Dios y conforme su vida al mensaje que anuncia.

R/ Kirye eleison

Por los religiosos y religiosas, especialmente de la familia franciscana: para que, imitando a la Virgen fiel, precedan y guíen al pueblo en la fidelidad a Cristo.

R/ Kirye eleison

Por las familias que nos confían a diario la educación de sus hijos: para que, a ejemplo de María, que vivió la experiencia de la vida privada de Jesús de Nazaret, sepan vivir en la realidad cotidiana la luz y la fuerza de la fe.

 R/ Kirye eleison

 Por nuestros alumnos: para que como, María que cooperó de manera especial a la obra de la redención, sean también testigos de la fe en Madrid.

 R/ Kirye eleison

Por nuestra comunidad educativa: para que reine la paz, la prosperidad y el bienestar de todos sus miembros.

 R/ Kirye eleison

Atiende, Dios todopoderoso, las plegarias de tu Iglesia suplicante, pues las pone bajo el patrocinio de Santa María la Real de la Almudena, Madre de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina por los siglos de los siglos.

Virgen de la Almudena,

Madre y Señora nuestra,

que estuviste oculta

en las murallas del viejo Madrid

y te nos manifiestas ahora

como Madre de inmensa ternura

a quienes te veneramos

con filial devoción.

 

Tu nombre de Almudena

hace referencia a fortaleza;

danos constancia firme

para vivir siempre seguros

en la fe de la Iglesia.

 

Mantén vivo nuestro amor

y fuerte nuestra esperanza,

para que ningún obstáculo

pueda desviarnos

del camino de la salvación.

 

Llena con tu presencia maternal

la dura soledad de los que sufren.

Acoge con tu amor

las súplicas de tus hijos.

Abre nuestros corazones

a la alegría del Espíritu.

 

 

Como excelsa Patrona de Madrid

bendice y protege a quienes

veneran con amor tu nombre santo

y el de tu Hijo.

 

Santa María de la Almudena,
Hija Predilecta del Padre,

Madre entrañable del Hijo

y Esposa del Espíritu Santo.
Tú eres nuestra Madre y Patrona.

Tú, por designio de Dios

y tu sí incondicional al ángel,

eres nuestra intercesora

y nuestro modelo a imitar.

Por eso, Madre,

te pedimos que seas siempre

nuestro auxilio en la tribulación

y el espejo en quien mirarnos,

para, siguiendo tu ejemplo,

lograr la imagen del Señor

en nuestra vida y ser, a la vez, 

manifestación suya por el testimonio.

 Amén.

Quiero terminar hoy con la letra del Himno a La Almudena, compuesta por F. Palazón, y que con gran acierto del Sr. Cardenal Arzobispo, nos une en un mismo sentir y cantar como hijos de SANTA MARIA LA REAL DE LA ALMUDENA, PATRONA DE MADRID:

.

SALVE SEÑORA DE TEZ MORENA
VIRGEN Y MADRE DEL REDENTOR.
SANTA MARIA DE LA ALMUDENA
REINA DEL CIELO, MADRE DE AMOR. (2)

.

 TU QUE ESTUVISTE
 OCULTA EN LOS MUROS
DE ESTE QUERIDO Y VIEJO MADRID
HOY RESPLANDECES ANTE TU PUEBLO
QUE TE VENERA Y ESPERA EN TI.

martes, 5 de noviembre de 2024

El viernes pasado los católicos estuvimos de celebración, la fiesta de todos los santos. Esa es la verdadera fiesta de estos días. Los cristianos no debemos despistarnos con festejos de monstruos y de brujas, sino que hemos de ir más allá y profundizar en lo que desde pequeños aprendimos en nuestras familias: conmemorar la memoria de los santos y orar por nuestros difuntos.

La santidad es el misterio del amor entre nosotros. Allí donde hay verdadero amor, sostenido, purificado, entregado, paciente, amor que templa el alma, que se hace ofrenda, ungido en la oración, en ese lugar hay santidad, porque reina Dios. Si se quiere sintetizar el camino de la santidad y darle un nombre, solo hay que decir que esta es amor

 

“Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis, y os será dado. En esto es glorificado mi Padre: en que llevéis mucho fruto y seáis mis discípulos. Como el Padre me amó, también yo os he amado; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; como yo también he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor” (Juan 15, 7 – 10)

 

Los santos no son personas diferentes de nosotros, en todos los tiempos ha habido santos, de diferente edad, unos niños, otros jóvenes, adultos, viejitos, hay santos y hay santas, unos flaquitos, otros gorditos, unos muy inteligentes otros muy sencillos, algunos han nacido muy ricos otros fueron muy pobres, unos son blancos otros negros, unos han sido santos desde pequeños, otros llevaron una vida en la que no conocían a Dios, y se portaron muy mal, pero cuando se encontraron con Jesús, cambiaron, y decidieron ser felices siguiéndolo.

Ser santos es querer seguir a Jesús, actuar como él, hacer el bien como él, amar como él. SER SANTO ES SER AMIGO DE JESÚS.

 Todos, pero todos, estamos llamados a ser santos, Dios nos quiere santos, y para eso nos dio el Don de la Fe, fue su regalo cuando nos bautizaron, y todos los que estamos bautizados tenemos que ser santos, pero también tenemos que querer serlo. Tal como dice el evangelio, el fruto que  quiere el Padre que demos en su Hijo no es nada más ni nada menos que la santidad.  Escuchemos ahora diez consejos que nos da una religiosa terciaria franciscana, beatificada recientemente (Sor Mª del Transito Cabanillas), para alcanzar la santidad:

 

1.    Habla mucho con el Señor en la oración. Si quieres experimentar a Jesús presente en tu vida, necesitas tiempos para dialogar con Él y ponerte a la luz de su Palabra. El encuentro cotidiano nos hace falta para serenarnos, reavivar la fe, celebrar la vida, interceder, ponernos en manos del Padre. Es haber encontrado el camino del corazón que busca ser habitado por Dios.

 

2.    Descubre que la mano de Dios está siempre contigo. Usa los ojos espirituales y pon en práctica lo que se llama "la mirada de fe". Es la que te hace descubrir la presencia providente y amorosa de Dios en el camino de tu vida.

 

3.    Que el Divino Amor sea el móvil de nuestras acciones: se un signo del amor en el mundo de hoy. Deja que el amor de Jesús te habite de tal manera que lo lleves en el corazón, en los ojos, en los oídos y en las manos para que todos sientan que son amados y que pueden amar.

 

 

 

4.    Vive lleno del Divino Espíritu: déjate guiar por el Espíritu de Jesús y recibe toda la gracia que necesitas para llevar a cabo tu misión. Jesús te regala su Espíritu que irá modelando en ti, desde adentro, el hombre y la mujer nueva.

 

5.    Encomienda todo a la Virgen: la Virgen, así como guardaba en su corazón todas las cosas de su Hijo guarda también todo lo que le entregamos con amor y confianza.

 

6.    Busca la unidad que solamente nace de un corazón humilde: ser cristiano es sobre todo ubicarse como el menor de todos y convivir en una actitud de entrega buscando más comprender que ser comprendido, más consolar que ser consolado y deseando amar más que ser amado.

 

7.    Ahora que tienes tiempo, obra el bien: "¡No pierdan el tiempo tan precioso que Dios nos ha concedido..!". Siempre tenemos tiempo para aquello que queremos de verdad. Quien ha entrado en el camino de la santidad, se ha convertido en un sembrador incondicional de la paz y del bien con la vida y con la palabra en el ambiente donde esté.

 

8.    Bendice al Señor de corazón por todo: hay que ser muy positivos y sinceros en todas las obras, palabras y pensamientos. La alegría interior, la gratitud en todo lo que nos toca vivir es fuente de paz y sanación del corazón.

 

9.    Promueve obras de caridad y misericordia: sal al encuentro de los necesitados. Ante el hermano necesitado: "Cuídalo todo lo posible", porque a través de los pobres, Jesús nos pregunta ¿Qué harás tú por mí?

 

10. Comunica el precioso contingente de la fe: transmite a Jesús a quienes se te acerquen y hazte eco del mandato de Jesús. Solamente los que han vivido una experiencia personal y profunda del amor de Dios sienten esta necesidad. Nuestro mundo necesita testigos de la fe, de la esperanza y de la caridad.

Para terminar recordar que el día de todos los Santos debéis felicitaros todos por llevar un santo dentro, porque todos lo tenemos, el tema es buscar en nuestro interior ese santo oculto y comenzar a obrar en los cambios para este camino hacia la santidad. Dios espera al final del camino para tomar nuestras manos e invitarnos a ser partícipes de su santidad.

No olvides pues, que Tú también puedes ser santo.  Dios te llama a través de lo diario, de lo cotidiano, de tus compañeros y maestros, de tus tareas, de tus problemas, éxitos y fracasos.

 

“Dios todopoderoso y eterno, por cuyo don veneramos en una sola celebración los méritos de todos los santos, concédenos, te rogamos, por las oraciones de tantos intercesores, la abundancia de la reconciliación contigo que anhelamos vivamente. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por los siglos de los siglos”