Hoy toda la familia franciscana recuerda al Beato Raimundo
Lulio del cual lleva el nombre nuestro colegio. Nació en Palma de Mallorca, de
noble linaje, y fue educado según la vida cortesana. Después de experimentar
las vanidades del mundo, deseoso de revestirse del hombre nuevo, determinó
llevar una vida nueva. Convertido al Señor, renunció a sus bienes e ingresó en
la Tercera Orden Franciscana, una vez que hubo renunciado a todos los bienes
terrenos, sólo por una cosa suspiraba: cómo podría contribuir a la salvación de
las almas y a la extensión del reino de Jesucristo.
Nosotros también queremos colaborar con nuestra vida a la
extensión del Reino de Dios y para ello
necesitamos contar con el siguiente kit de supervivencia
·
UNA BIBLIA: No basta con utilizarla
como libro de texto. Más bien debe convertirse en manantial de agua fresca al
que acudir frecuentemente para saciar tu sed. De manera que vayas embriagándote
y los que están a tu lado conozcan a través de ti
·
UN RELOJ
SIN AGUJAS: La búsqueda, amigo, no conoce horarios. No son los 50
minutos o las cuatro horas que pasas al lado de tus alumnos o tus compañeros,
debes buscar las 24 horas del día. Ah, y cuando llegues a casa con la sensación
de que has perdido el tiempo..., no desesperes, ¡es una buena señal!
·
SEMILLAS: No
quieras ver los frutos inmediatamente. En la mayoría de los casos tú sembrarás
y serán otros los que recojan. De momento confórmate con pequeños frutos: una
sonrisa, un saludo, un gesto agradecido.
·
UNA TOALLITA
DESMAQUILLANTE: Hábla los demás con tu vida. Deja a un lado
las largas peroratas y los sabios consejos. Para convencer no basta con tu
poder de elocuencia. Muéstrate tal y como eres, sin caretas. Si lo que haces es
auténtico, no te quepa ninguna duda de que tus compañeros y alumnos “te
plagiarán”.
·
UN PIN
DE UN MONIGOTE GRACIOSO: Arroja tus cabreos y tristezas antes
de entrar en contacto con tus compañeros y alumnos. En una sociedad donde les
vendemos con tanta facilidad “felicidad de la barata”, las decepciones son
huésped permanente en la vida de muchos. La alegría franciscana, debe
convertirse en un virus de difícil curación.
·
UNA AGENDA
CON LAS DIRECCIONES Y TELÉFONOS DE TUS COMPAÑEROS Y ALUMNOS: No
te conformes con transmitirles todo lo que sabes...En un mundo que avanza a
pasos agigantados, muy pronto podrá sustituirte una máquina. Dios les ha puesto
en tu camino: que sus problemas, sus proyectos e ilusiones sean también tuyos.
Métete en sus vidas aunque incordies.
·
UN Nº
7 BORDADO EN TU CAMISA: “Setenta veces siete”: no lo olvides
nunca. Si eres capaz de llevar a cabo esta frase lograrás acercar kilómetros y
kilómetros el Reino de Dios. Introduce en tu vocabulario el perdón, “lo
siento”, “me he equivocado”.
·
PIEZAS
DE UN PUZZLE: No te conformes nunca con la tarea hecha.
Eso sí, siéntete orgulloso, pero jamás creas que el trabajo está acabado. Cada
día es una oportunidad para avanzar un poco más.
·
UNA
VELA:
Un buen examen de conciencia para un cristiano es aquel en el que no sólo se
pregunta por lo que se ha hecho o se ha dejado de hacer... Cada día habla a
Dios de cada uno de tus compañeros y amigos, preséntale sus vidas... y deja que
Dios te ilumine.
Si consigo saber utilizar este kit, podré mostrarte Señor,
al que tengo a mi lado. Pero me encuentro con muchas dificultades, no siempre
eres tú mi tesoro, Señor. No siempre te tengo en el centro de mi vida. sin
embargo, quiero luchar para optar cada vez más por ti. Quiero descubrirte y
tenerte como el único y más preciado tesoro de mi vida.
QUIERO SEGUIRTE, SEÑOR
No siempre eres tú mi Señor.
Las riquezas, el tener, el consumo... me atraen demasiado y me acostumbran a lo
cómodo, lo fácil. Sé que seguirte exige sacrificio, que dejarme llevar por esos
señores me alejará irremediablemente de ti. Quiero ser libre y tenerte como
único Señor.
QUIERO SEGUIRTE, SEÑOR
Las
preocupaciones de la vida diaria me quitan mucho tiempo para dedicarme a ti.
Prefiero los estudios, el trabajo, los momentos de diversión, de descanso...
Los prefiero a estar un rato contigo. Pero he descubierto que mi única
preocupación debes ser tú.
QUIERO SEGUIRTE, SEÑOR
Cuántas veces se me va la
lengua, Señor. Cuántas veces critico y destruyo a las personas con el veneno de
mis juicios. Quiero dejar la crítica y la condenación. Quiero salvar a las
personas, quiero luchar por ellas, quiero amar en vez de condenar.
QUIERO SEGUIRTE, SENOR
Quiero seguirte por el
camino que me pidas. Si deseas que forme una familia cristiana la formaré; si
me pides que me consagre para seguirte más fielmente desde la vida religiosa,
lo haré.
QUIERO SEGUIRTE, SEÑOR
Quiero amar, Señor. Quiero
pensar en los demás. Quiero que los que me rodean se sientan queridos por mí y
felices por lo que hago. Quiero sembrar felicidad por donde vaya.
QUIERO SEGUIRTE, SEÑOR
Quiero seguirte, Señor, en medio de este mundo;
quiero seguirte en medio de tantas dificultades,
en medio de una sociedad que pasa cada vez más de ti;
en medio de tanta gente que, sin saberlo,
está hambrienta y necesitada
de algo que la llene de verdad.
Quiero seguirte, Señor,
porque sé que me necesitas para crear un mundo
en donde reine cada vez más la justicia, el amor y la
paz;
un mundo donde todos
se puedan llamar algún día hermanos de verdad;
un mundo donde todos te reconozcan y se acerquen de nuevo
a ti;
un mundo donde la única ley sea amarnos como tú nos
amaste.
Hoy, Señor, quiero renovar mi opción por ti.
Quiero decirte que sigues siendo importante en mi vida,
que te necesito.
Quiero decirte que sin ti estaría perdido y desorientado
porque tú eres luz para mis ojos y calor para mi alma.
Sé, Señor, que tenerte en el centro de mi vida no es
fácil,
que las dificultades afloraran sin yo buscarlas.
Algunas veces serán los que me rodean
que me invitarán a dejarte;
otras será mi pereza, mi comodidad, mi orgullo, mi «yo».
A pesar de todo, quiero lanzarme en el vacío,
quiero apostar por ti.
Porque sé que sólo quien apuesta en esta vida
es capaz de ganar algo;
porque sé que seguirte es hacer un ejercicio de confianza
total
y yo estoy dispuesto a realizarlo,
porque tú no me vas a defraudar.
Enséñanos, Señor,
el valor de lo sencillo,
el valor de los pequeños detalles.
Que no pensemos hacer grandes
cosas el día de mañana,
descuidando las pequeñas cosas
que podemos hacer hoy.
Queremos prestar atención
a los que nos rodean,
sobre todo a los que pasan
alguna necesidad.
Ayúdanos a comprometernos
con los que están más cerca:
la familia, los amigos,
los compañeros de clase,…
.
AMÉN