En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Comprended
que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir
un boquete. Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos
penséis viene el Hijo del hombre.»
Pedro le preguntó: «Señor, ¿has dicho esa parábola por
nosotros o por todos?»
El Señor le respondió: «¿Quién es el administrador fiel y
solícito a quien el amo ha puesto al frente de su servidumbre para que les
reparta la ración a sus horas? Dichoso el criado a quien su amo, al llegar, lo
encuentre portándose así. Os aseguro que lo pondrá al frente de todos sus
bienes. Pero si el empleado piensa: "Mi amo tarda en llegar", y
empieza a pegarles a los mozos y a las muchachas, a comer y beber y emborracharse,
llegará el amo de ese criado el día y a la hora que menos lo espera y lo
despedirá, condenándolo a la pena de los que no son fieles. El criado que sabe
lo que su amo quiere y no está dispuesto a ponerlo por obra recibirá muchos
azotes; el que no lo sabe, pero hace algo digno de castigo, recibirá pocos. Al
que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le
exigirá.»
El Evangelio insiste en que hemos de estar vigilantes a la
llegada del Señor. No sabemos ni el día ni la hora, su llegada se asemeja a la
sorpresa causada por la irrupción inesperada del ladrón o la inspección
imprevista del amo. El Hijo del hombre llega a nuestras vidas cada día, pero,
si no estamos vigilantes, nos podemos quedar sin disfrutar de la dicha de su
presencia viva. Nos pasa muchas veces: ¡cuántas noches llegamos a la cama con
el corazón vacío y triste, sin haber acogido su gracia, su sabiduría y su amor!
Jesús es muy directo: la vida cristiana se debe vivir en clave de expectación y
de constante acogida de su Presencia, que todo lo llena de sentido
Esta semana debemos estar especialmente atentos, este
viernes celebramos el Espíritu de Asís y el Señor nos pide que seamos
Sembradores de Paz recordando la Jornada
de oración que tuvo lugar el 27 de octubre 1986 en Asís. Este encuentro reunió
por invitación del Papa Juan Pablo II,
todas las principales religiones del mundo para orar por la paz mundial.
«Elegí esta ciudad de Asís como lugar para nuestra Jornada de
Oración por la paz debido a lo que representa el Santo que aquí se venera,
San Francisco, conocido y venerado por infinidad de personas en todo el
mundo como un símbolo de paz, de reconciliación y de hermandad. Inspirados
en su ejemplo, en su mansedumbre y humildad, dispongamos
nuestros corazones a la oración en recogimiento interior”
A este llamamiento acudieron ciento cincuenta representantes
de las doce principales religiones del mundo y rezaron y ayunaron juntos. Un
soplo del Espíritu Santo para lograr armonía y paz en el mundo inspirado en el
Hermano Francisco. Una propuesta para recorrer caminos de encuentro, de diálogo
y amistad.
Hoy somos unos pocos alumnos y profesores, pero también
queremos unirnos a este Espíritu de Asís y hacernos mensajeros de paz, esa paz
que debemos llevar a nuestras casas, a nuestros amigos, y especialmente a
nuestras aulas este próximo viernes.
Nos preparamos para ello y reflexionamos sobre nuestros
momentos de cada día, nuestras discusiones, nuestros enfados, nuestros
problemas… lo que vemos a diario, lo que vivimos, nuestros modelos en la vida, nuestras
conversaciones en el patio, con la familia,..
Por ello pedimos al Señor que nos ayude en esta tarea y
vamos a decir la oración de San Francisco, muy despacio e intentando saborear
cada una de sus palabras:
¡Señor, hazme de mi un instrumento de tu paz!.
Qué lejos estamos muchas veces de ser instrumentos de paz en
el hogar, en la clase,... Nos convertimos en instrumentos de división, el
egoísmo prevalece y sólo pensamos en nuestro interés y para lograr nuestros
objetivos no nos importa atropellar a nuestros prójimos.
¿Cómo podemos convertirnos en instrumentos de paz?.
Que allí donde haya odio, ponga yo amor.
La violencia siempre la combatimos con violencia, si
encontramos odio respondemos con la misma moneda -la del odio- nos es sumamente
difícil obsequiar amor. El Cristianismo nos pide que amemos a nuestros
enemigos... así de exigente ¡cierto! muchas veces hemos fallado, pero,
sembremos los caminos de amor para cosechar amor y así iremos cambiando la faz
de la tierra, no olvidemos que: Dios es Amor y el que vive en el amor en Dios
permanece y Dios en él.
Donde haya ofensa, ponga yo perdón.
Dicen que hay que cambiar el corazón del hombre para cambiar
el mundo. Si nos hacen daño nos es sumamente difícil perdonar. Hay que pensar y
actuar como lo haría Cristo y podremos perdonar, ¡sé que es difícil!, pero
Cristo quiere mover nuestros corazones, perdonemos y démosle un vuelco a este
mundo para hacerlo humanamente habitable. Cristo desde la cruz nos perdonó,
¡qué esperamos para perdonar!.
Donde haya discordia, ponga yo unión;
Donde haya error, ponga yo verdad;
Donde haya duda, pongo yo fe.
Cuando nuestra Fe esté tambaleante, reconozcamos nuestras
limitaciones y volvamos los ojos hacia Cristo que dijo: ¨Yo soy el camino la
verdad y la vida¨, camino que nos da certeza, verdad que alimenta nuestra fe.
Donde haya desesperación, ponga yo esperanza
Cuántos cuerpos y almas invadidos por el desaliento que se
quiebran frente a las dificultades de la vida, que han perdido el rumbo y el
sentido de la existencia.
Toquemos sus corazones y su inteligencia para reorientar sus
vidas y vean que vale la pena vivir, que Cristo da razón a sus existencias, que
siempre está presto a darles la mano, a entenderlos, que siempre los está
esperando pacientemente para cobijarlos con el calor de su amor.
Donde haya tinieblas, ponga yo luz
La sociedad materialista y consumista, nos atrapa, en ocasiones nos deja sin
rumbo y desorientados. En las enseñanzas de Cristo está esa luz que muchos
buscan pero que no han encontrado, por eso hay que acudir a las fuentes del
Evangelio para beber de sus riquezas y encontrarse con quien es alfa y omega,
principio y fin que da sentido y luz a nuestras vidas.
Donde haya tristeza, ponga yo alegría.
Nuestro Cristianismo no debe ser de caras tristes que dicen
derrotismo, cobardía, falta de fe. Debemos obsequiar la alegría de comunicar la
buena nueva. Debemos de ser capaces de contagiar nuestra alegría y comunicar
nuestro amor.
¡Oh Maestro!, que no busque yo tanto ser consolado como
consolar;
Muchos buscamos ser consolados pensando sólo en nosotros
mismos, sin embargo debemos consolar, ser solidarios, hacer a un lado el
egoísmo y saber donarnos a los demás.
El hombre es un ser para la complementariedad, necesitamos
de los demás pero los demás también necesitan de nosotros, abramos nuestro
corazón y siempre extendamos la mano amiga, la mano fraterna, las palabras y
actitudes que puedan consolar a quien lo necesita.
Ser comprendido como comprender.
Comprender es saber ponerme en el zapato del otro, es
interesarnos en él, es tratar de caminar junto a él para acompañarlo en el
camino de su búsqueda. Muchos que piensan diferente a nosotros están buscando
para tratar de entender el mundo en que viven y merecen nuestro respeto,
nuestra comprensión, de ellos también aprendemos mucho de la vida.
Acompañándonos y comprendiéndonos logramos retroalimentarnos para crecer y
madurar juntos.
Ser amado como amar.
El sólo buscar ser amado y por lo tanto servido nos puede
llevar al egoísmo, a pensar en nosotros mismos de espaldas a nuestros hermanos
en Cristo. Antes que buscar ser amados debemos amar con la mayor intensidad
posible y lo demás llegara por añadidura.
Amar es saber entregarnos a los demás siempre buscando su
bien, es saber donarnos en un mundo necesitado y ávido de amor.
Porque dando es como se recibe.
Al dar recibimos el don de la profunda satisfacción que
produce alegría, hay almas grandes que dicen que dar produce mayor alegría que
recibir y muchos padres de familia sabemos de ello. Dando nos regalamos la
armonía que produce la profunda satisfacción y Cristo en su infinita sabiduría
lo toma en cuenta si lo hacemos con amor.
Olvidando, como se encuentra.
Perdonando, como se es perdonado.
No nos podemos engañar a nosotros mismos: sabemos de
nuestras flaquezas, de nuestros tropiezos, nuestros pecados, dijo Cristo: Que
tire la primera piedra quien esté libre de pecados...
Pedimos que se nos perdone y muchas veces somos incapaces de
perdonar, fácilmente olvidamos la oración del Padre Nuestro que Cristo nos dejó
y debemos encarnarla en nuestra realidad, hacerlo vida y aprender a perdonar no
sólo con la palabra sino con el corazón.
Muriendo, como se resucita a la vida eterna
Nuestra existencia tuvo un principio y tendrá un fin. Cuando
sustentamos el trayecto de nuestra vida en los Valores Evangélicos, que le dan
el sentido trascendente al término del trayecto terrenal, nacemos a la vida eterna
donde habremos de encontrar la felicidad y plenitud de nuestro Ser en ese
encuentro con el rostro de Cristo.
Si quieres sembrar la paz piensa:
1. Eres alguien muy importante. Quiérete.
2. Valora a tus amigos. Les dará seguridad.
3. Descubre todo lo que te une a los demás por encima de lo
que te separa.
4. Respeta las opiniones. Así contribuirás al diálogo.
5. Aprende a escuchar, comprenderás mejor a los demás.
6. Esfuérzate por terminar bien tus tareas. Disfrutarás con
el resultado.
7. Cumple con tus responsabilidades, los demás lo necesitan.
8. Trabaja en grupo. Nadie sabe más que todos juntos.
9. Comparte tus cosas con los demás. Te hará muy feliz.
10. Pon paz dentro de ti, de esta forma estarás poniendo
también paz a tu alrededor.