El Jardín de San Francisco

El Jardín de San Francisco

miércoles, 21 de diciembre de 2016

Miercoles 21 de Diciembre

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La cuarta semana nos invita a PONER NUESTRA MIRADA EN MARÍA.

Ella, más que nadie sabe de esperas y advientos, de tiempos de preparación y alumbramiento. Ella es nuestra Madre y nos recuerda a cada paso del Adviento a vivir el Silencio, la Escucha y la Acogida; a crecer en actitudes concretas de Servicio, Entrega y Alabanza; a recrear en nuestras familias y comunidades espacios de Solidaridad, Encuentro y Amistad.

Preguntémonos:
¿Cómo estoy viviendo la presencia maternal de María en mi vida?
¿Cómo estoy viviendo la Presencia de Jesús en mi vida? ¿Cómo la estoy compartiendo y llevando a los demás?
¿Es mi vida de hoy un lugar digno en el que el Señor pueda nacer y crecer?
¿Cómo estoy viviendo la oración? ¿Cómo la he vivido a lo largo de todo este año?

Dispongamos nuestra vida, nuestros corazones, nuestros hogares y comunidades! ¡Preparémonos para celebrar! ¡No dejemos pasar esta oportunidad que nos trae el Adviento! ¡Porque un niño nos ha sido dado; es el Emanuel, el Dios CON NOSOTROS! ¡Y esto es motivo de verdadera fiesta!

Y en este tiempo de preparación, muchos signos de nuestra liturgia familiar nos invitan a despertarnos, abrir los ojos para mirar y los oídos para escuchar lo que está pasando.
• La corona de Adviento
• El arbolito de Navidad
• El pesebre

Necesitamos de una salvación urgente para nuestro mundo. Ante tanto acontecimiento negro es buena la luz que nos destella la Fe. Por encima de todo, nos impregna de alegría: Jesús siempre será una buena nueva.
Porque cuando el hombre vemos que ha perdido el rumbo…… Jesús, con su nacimiento, le trae la posibilidad de reencontrarse a sí mismo en la humildad y en la esperanza.
En cierta ocasión un joven presumía de gustarle  empaparse debajo de la lluvia. Pero lo cierto era que, cada vez que llovía, desplegaba un gigantesco paraguas para protegerse de ella. Un buen amigo se le acercó y le dijo: “oye..si quieres mojarte de verdad..¿por qué no cierras el paraguas?”.
El mensaje de salvación nos exige replegar el paraguas de nuestra incredulidad y del relativismo: ¡qué más quieren las ideas dominantes que releguemos a un tercer plano a Dios! Y la actitud más apropiada es, precisamente, dejarnos empapar totalmente por esa gran novedad que Jesús nos trae: DIOS. Por el ambiente (no exterior de la navidad) y sí de los sentimientos que genera el sentido auténtico de estos próximos días: JESUS.
Ante la próxima Navidad no podemos contentarnos con cumplir un simple expediente como cristianos o de escuchar más o menos la Palabra de Dios. Lo importante es que NOS VOLVAMOS TOTALMENTE A EL; que seamos como aquella veleta que en lo más alto del templo nos dicta a las claras  de dónde y por dónde viene el viento de la fe: desde Oriente la Salvación.
Ante la alegría del amigo que viene no podemos presentarle una sonrisa profidén, una vida postiza, una fe sin obras. Ante el Señor que llega no cabe sino la emoción del amigo que espera, por el amigo que llega.
Lo que más me atrae de este tiempo de Adviento es que Jesús se cuela en medio de todo ese noticiario negro y calamitoso para abrirnos una realidad y buena nueva: DIOS NOS AMA Y POR ESO NUNCA SE CANSARA DE NACER DE NUEVO
En Adviento, quien desespera, es porque no espera ni quiere esperar en nada ni en nadie.
En Adviento, quien no espera, es porque –tal vez- sólo espera en sí mismo.
En Adviento, quien aguarda, es porque sabe que lo bueno está por llegar.
En Adviento, quien confía, es porque intuye que Alguien está por llegar.
¿Qué tienes Adviento que truecas la noche en día y transformas la soledad de vértigo en compañía?
¿Qué tienes Adviento que nos empujas y nos animas contra toda desesperanza?
¿Qué tienes Adviento que nos despiertas del letargo de la monotonía?
¿Qué tienes Adviento que levantas nuestra vista hacia el horizonte?
Tienes la luz que iluminará la noche más estrellada de la Navidad
Posees el despertador que espabila la fe dormida o amordazada
Tienes, más allá de la Navidad, la llegada de Aquel que de una vez por todas vendrá hasta nosotros
Escondes, en ti mismo, la fuerza que nos invita a pensar en un Dios que viene al encuentro del hombre
¿Qué nos das, Adviento, para que en ese dar, siempre siembres un poco de paz y de sosiego?
¿Qué secreto te traes entre manos, Adviento, para que se nos vayan desvelando tantos misterios?
¿Qué grandeza nos descubres, Adviento, para que el corazón vuelva del rencor al amor y el hombre de la violencia a la paz?
Fluyes en la Palabra que, según se había entretejido desde antiguo, por fin se cumple
Regalas la capacidad de asombrarnos ante un mundo que nos adormece
Presentas, entre otras cosas, la caricia de Dios que hace que desparezca la parte más negativa del ser humano.
Gracias, Adviento, porque haces de nuestra mente un pensamiento para Dios.
Gracias, Adviento, porque nos invitas a volvernos sobre nosotros mismos.
Gracias, Adviento, porque cuentas con nosotros como vigilantes de un gran amigo.
Gracias, Adviento, porque aún siendo hijos de Dios, sabemos que tenemos mil defectos que dejar en el camino, para poder entrar con libertad, sin dificultades  y con amor en Belén.
Para terminar vamos a leer un texto del libro “De profesión hermano”, en el que San Francisco nos relata la noche de Greccio que dio origen a la tradición de los belenes:
El mismo año de la aprobación de la Regla se me brindó también otra gran oportunidad: la de celebrar, de una manera especial, la “natividad del Señór”, su nacimiento.
Para nosotros era la gran fiesta del año; así nos lo daba a entender la liturgia de entonces. El eje era y lo es hoy en día la “pascua del Señor”; pero dentro del calendario litúrgico otorgué gran importancia a la navidad. Era el reflejo de la “minoridad de Dios”, el hacerse pobre, sencillo, despegado de todo lo sublime que nosotros le otorgamos como tributo divino; nacido de mujer, envuelto en pañales, perseguido, ayudado a crecer en sabiduría, en conocimientos humanos, a relacionarse con Dios y con los hombres… Siendo Dios, Jesús no tiene en menos el hacerse hombre y nace de María la virgen.
Como reverso de la medalla, es también la fiesta del engrandecimiento del hombre, pues nos otorga su dimensión divina, nos da la capacidad de llegar a ser y ser hijos de Dios.
Para mí, perdonadme los grandes liturgistas y teólogos, para mi aunque equivocado era la gran fiesta del años, y como tal la viví, y de manera especial aquella noche de navidad del año 1223.
Todo lo había preparado el bueno de Juan, un hombre rico y piadoso que vivía en Greccio. Había pedido los correspondientes permisos , y a medianoche celebramos la misa del gallo con toda solemnidad; realmente sentimos a Jesús recién nacido allí, en medio de nosotros, no sólo presidiendo la eucaristía, sino también palpándolo con cada uno de nuestros sentidos; tiritando de frío, llorando, riendo por los  mimos de María y de José… Era una delicia, una gozada. Por eso dije que toda la creación, hasta las cosas insensibles, deberían gozar y participar de esta alegría. Aquella noche no fue como las demás.
Con este buen grupo de seglares comprometidos y de hermanos menores se extendió por todas las regiones la escenificación del “belén”, del “pesebre”, los nacimientos. Es también una manera de evangelizar, de sensibilizar evangélicamente, pues los sentidos son las ventanas del hombre por las que entra el Espíritu y nos empuja a la conversión, a cambiar de vida

CARTA DE DIOS AL HOMBRE Y LA MUJER EN ADVIENTO
Querido hombre y mujer:
He escuchado tu grito de Adviento.
Está delante de mí.
Tu grito, golpea continuamente a mi puerta.
Hoy quisiera hablar contigo para que repienses tu llamada.
Hoy te quiero decir: ¿Por qué Dios preguntas? ¿A qué Dios esperas?
¿Qué has salido a buscar y a ver en el desierto?
Escucha a tu Dios, mujer y hombre  de Adviento:
"No llames a la puerta de un dios que no existe,
de un dios que tú te imaginas...
Si esperas... ábrete a la sorpresa del Dios que viene
y no del dios que tú te haces...
Tú, hombre y mujer,  todos, tenéis siempre la misma tentación:
hacer un dios a vuestra imagen.
Yo os digo, yo Dios de vivos,
soy un Dios más allá de vuestras invenciones.
Vosotros salís a ver donde está Dios... Os dicen:
"aquí está” pero no lo veis, y os sentís desanimados
porque Dios no está donde os han dicho...
Y Dios está vivo. Pero vosotros no tenéis mentalidad de Reino:
no descubrís a Dios en lo sencillo.
Os parece que lo sencillo es demasiado poco para que allí esté Dios.
Sabedlo: Yo, el Señor Dios, estoy en lo sencillo y pequeño...
Hombre y mujer  de hoy y de siempre:
deja espacio a tu Dios dentro de tu corazón.
Sólo puedo nacer y crecer donde mi palabra es acogida.
Qué tranquilo te quedas, haciendo -lo que hay que hacer- porque -
haciendo las cosas de siempre- evitas la novedad del Evangelio.
Pero yo te digo que tu corazón queda cerrado,
y tus ojos incapaces de ver el camino por donde yo llego.
No te defiendas como haces siempre.
No te escondas bajo ritos vacíos.
Hombre y mujer, si me esperas, deja de hacerme tú el camino
y ponte en el camino que yo te señalo por boca de los profetas.
Abre el corazón a mi Palabra.

Yo, tu Dios, te hablo