El Jardín de San Francisco

El Jardín de San Francisco

miércoles, 9 de mayo de 2018


ORAR CON MARÍA

Estamos en uno de los meses del año más boni­tos: es el mes de las flores, el mes de María. Nos fijamos en los ingredientes con que María aderezaba su oración:
Contemplación
Que equivale a estar siempre a la escucha de Dios, ser testigo de cada acontecimiento, llevarlo al fondo del alma y descifrar allí lo que Dios nos quiere decir.
Disponibilidad 
Porque quien ora no necesita agenda para sus días ni ma­pas para sus caminos.  Orar es dejar que Dios haga cosas grandes dentro de nues­tra pequeñez.
Alabanza
Resultado de imagen de mes de mariaRezar con María es repetir a cada paso su “Magníficat”. Aprender el oficio de cantor de las maravillas de Dios.
Servicio
Apenas el ángel de la Anunciación deja a María, corre ésta a la montaña en ayuda de su prima. Por eso, orar con Ma­ría, es convertir la oración en servicio eficaz.
Fidelidad
María es Maestra de un estilo de orar centrado en la fideli­dad de Dios. Y nosotros qué cerca estamos siempre del desaliento. 
Hoy, en el mes de mayo, nos reunimos para compartir con los demás el valor de María

María es un valor porque:

* fue oyente, siempre supo escuchar y acoger con fe y con amor la Palabra de Dios y la de los amigos.
* fue orante y supo cantar con Dios la alegría del canto a la vida.
* Supo estar presente en la comunidad de los amigos y orar con ellos.
fue generosa y supo entregar lo mejor de sí misma: su propio hijo.

MARÍA MUJER DE ESPERANZA
¿Qué es la esperanza?
Es esa disposición para seguir luchando cuando todo parece cuesta abajo. Cuando nubarrones amenazan tormenta.
Cuando uno no entiende, o no cree, o no sabe por dónde seguir.
María, Tú esperaste, en ese adviento primero inesperado, al niño cargado de promesas.
Y esperaste, viéndole crecer, a ver qué sería de su vida.
Le esperaste cuando se echó a los caminos.
A veces ibas detrás, y te fuiste haciendo discípula, también tú.
Esperaste, atravesada por el dolor, al pie de la cruz.
Y luego, con los que se encerraban, temerosos, también allí estuviste, siendo para ellos madre y amiga.
Y con ellos confiaste. Hasta que se hizo la Luz.
Y por eso me invitas, también a mí, a fiarme, y a esperar, activamente.
Esperar en Dios, en este mundo, y su reino, que juntos habremos de ir construyendo, entre muchos.
¿Qué espero hoy de Dios?
¿Y de la vida?
¿Y de mí mismo?

Tomando como símbolo una guitarra vamos a ir desgranando que aspectos se asemejan con María.

Guitarra: caja armónica de resonancia. María resonancia de Dios

“Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas y las meditaba en su corazón” (Lc 2, 10, 21)

Una guitarra parece tan sencilla... Unas tablas y poco más. Casi todo es madera, pero una madera que resuena, una buena madera que recoge la melodía, el acorde, lo guarda en su corazón, en su caja de resonancia y luego nos lo transmite: alegre, puro...
María es como la guitarra: sencilla, con un corazón similar al de la caja de resonancia de la guitarra. En él supo acoger cada día la melodía de Dios hecha palabra..
¿Seremos nosotros capaces de conservar cuidadosamente las cosas de Dios es nuestro corazón para hacerlas resonar entre los amigos?

Diapasón. María vibración de amor

“Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi Creador” (Lc 1, 46-47)

Sin la diferencia de tonos de un diapasón todo sonaría igual, seria todo monótono. Todo cambia cuando los dedos del guitarrista recorren en el diapasón los trastes y obligan a las cuerdas a apoyarse en las cejuelas. Entonces brotan esas notas alegres que invitan a cantar, a bailar,...
María es como el diapasón de la guitarra de nuestro mundo. En ella se apoya nuestra vida arrancándola vibraciones de amor. Sin María todo sería monótono, aburrido.

Clavija afinadora. María afinadora de nuestra vida

“El Poderoso ha hecho obras grandes por mí” (Lc 1, 49)

Las cuerdas de la guitarra de vez en cuando se desafinan. A veces suenan mal. El motivo es por no estar bien afinadas, por tener cada una un tono distinto. Cuando giramos las clavijas colocadas al extremo del diapasón las cuerdas se van ajustando y podemos tocar alegremente las canciones.
María es como la clavija. Tiene vocación tensante, vocación de afinamiento, de precisión humana y sobrenatural. Ella ha sabido estar siempre en tensión tensando la vida de los hombres. Si dejamos que María tense y afine nuestras vidas veremos que vibrarán con precisión de Evangelio y siempre las tendrá a punto. Podremos entonces decir: Dios ha hecho en mí obras grandes, por María, mi Madre”.

Cuerda 6º: “MI”..María, mujer profunda... apoyo para todos.

“Dios ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones”. (Lc 1, 48)

La cuerda 6ª es la última cuerda de la guitarra, la cuerda más baja. Sin embargo, ella es la pauta para afinar todas las demás cuerdas. Es la cuerda de la profundidad en la armonía, la que va manteniendo el ritmo. La cuerda 6ª es la cuerda testigo y testimonio.
María es como la cuerda 6ª María es la Misericordia, la mujer profunda. María es fiel testigo de Dios con la que debemos afinarnos, ponernos de acuerdo para templar nuestras ilusiones, nuestra fe, esperanza y nuestro amor.
¿Nos damos cuenta que nosotros también somos llamados a ser apoyo para los demás, a ser testigos ante los demás, a dar sentido a la vida?

Acorde:  María acorde perfecto de Dios.

“Y dijo el ángel: no temas María porque has hallado gracia ante Dios... concebirás y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús” (Lc. 1, 30-35)

Si ahora un compañero o compañera nuestra tocara, suavemente en el silencio, un acorde perfecto en su guitarra llegaría a cautivarnos y tendría eco en nuestro pequeño ser de artistas que todos llevamos dentro... estaríamos serenos, en equilibrio... Y es que el acorde perfecto de guitarra da paz, equilibrio, armonía.
María nació con vocación de acorde perfecto. Ella es el acorde que Dios compuso en la guitarra de su creación. Ahora ese acorde sigue resonando sereno, lleno de paz en el corazón de la juventud generosa y limpia.
Como María nosotros también estamos llamados a hacer sonar en nuestra vida y con nuestra vida ese acorde perfecto. Acaso cada uno en solitario nunca llegue a componerlo pero entre todos es posible.