El Jardín de San Francisco

El Jardín de San Francisco

miércoles, 11 de octubre de 2017



SEÑOR, amanece un nuevo día. Y con él, un nuevo curso.
Un día que se ha hecho posible gracias a tu amor.
Lo has vestido con tu mirada de creador y padre,
Le has dado todo tu esplendor y belleza,
aunque haya días fríos y con lluvia.
Tú nos has dado este nuevo amanecer,
esta mañana de hoy para seguir viviendo,
para seguir aprendiendo
que Tú amaneces para todos por igual
Al iniciar el curso, toma mi vida, Señor,
con ella yo te alabo.

Al alba tempranera se asoma mi oración,
a través de la luz de la mañana,
ten presente mi oración
para pedirte que tus ojos
le presten a mis ojos su visión.
No dejes que, según avancen los días,
mis pasos se extravíen;
no dejes que te olvide;
no permitas que desconfíe de Ti
y de tu amor para conmigo.

No dejes que termine perdido/a
entre la trama de tanta bagatela inútil,
de tantas componenda como tejen a mi alrededor.
Haz que yo no sea este curso de los que no juegan limpio,
De los que no dicen verdad.
Ven, Tú, Señor, a mi vida, en este curso nuevo.
Sé tú mi amigo y compañero de jornada.

Cuando me encuentre con los otros
haz que sepa ver tu rostro escondido en el suyo,
aunque duela, aunque cueste.
Por eso, amplía mi visión,
 abre mi ventana interior.
Ayúdame a no volver la mirada,
a ser sincero y a mirar de frente.
Que tu rostro se refleje también en el mío.

Ayúdame, Señor,
a encontrar las palabras y los gestos oportunos,
para que nadie salga herido,
sino reconocido como hermano o hermana
y compañeros de camino

"Por favor, ayúdame a dar lo mejor de mí..." Ayúdame a ser riguroso y atento en mis estudios y en mi trabajo, que no ignore ni pase nada importante por alto.
Ayúdame a mantener mis prioridades en orden, para que mis esfuerzos no se distraigan en cotilleos frívolos ni en actividades objetables, que mis intenciones no se pierdan en el raudal de eventos y compromisos sociales.
Ayúdame a ser generoso con los demás, que les ofrezca mi ayuda allá donde pueda servir y que permita aceptar la ayuda de los demás cuando yo tenga problemas.

Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.»
Él les dijo: «Cuando oréis decid: "Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día el pan que necesitamos, perdónanos nuestros pecados, como también nosotros perdonamos a quienes nos hacen mal, y no permitas que nos apartemos de ti."»

Cuando rezamos el Padre Nuestro en muchas ocasiones lo recitamos de una forma ritual, no pensamos realmente lo que estamos expresando en cada momento. Cuando oramos y decimos “Padre nuestro que estas en los cielos”, ¿sentimos todo el amor que Dios nos tiene hasta el extremos de hacernos el honor de ser hijos de Él?;
 “Santificado sea Tu nombre”, ¿realmente estamos santificando a nuestro Padre, a Dios, en el momento de hacer esta oración?;
“Venga a nosotros Tu Reino”,¿ verdaderamente estamos deseando con todo fervor que llegue hasta nosotros su Reino de paz, amor, sosiego, armonía, felicidad y de su Reino esplendoroso?;
“Hágase Tu voluntad en la tierra como en el cielo”, esta parte es importantísima, cuando llegamos a esta parte ¿estamos convencidos de aceptar la v la voluntad de Dios y no la nuestra? Puesto que en muchas, digo muchas, en muchísimas ocasiones, nuestra voluntad no coincide con la voluntad de Dios;
“El pan nuestro de cada dia danos el de hoy”, en este momento, no podemos solo pedirle a Dios el pan que nos alimenta corporalmente, también debemos pedirle que nos dé el pan espiritual
 “Perdona nuestras ofensas”, es el momento de pedirle con fervor, que nos perdone por todo aquello que hacemos, decimos o pensamos que se aparta de Él;
 “Así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”,¿ estamos diciendo que realmente nosotros perdonamos a todos aquellos hermanos que nos han ofendido o que creemos que nos han ofendido?, porque no es lo mismo perdonar de boca que de corazón, ¿Perdonamos de corazón?;
 “No nos dejes caer en tentación”, Él como Padre bueno, no permitirá que nosotros caigamos en tentación alguna, pero nosotros tenemos que poner también de nuestra parte, en apartarnos de todo lo que nos seduce en el mundo y que por desgracia nos aparte de Dios;
 “Líbranos de todo mal”, cuando elevamos esta parte de la oración, tenemos que estar seguros que ningún Padre desea el mal para sus hijos y por lo tanto menos Dios Padre desea que nos ocurra nada malo.