En esta mañana vamos a echar un
vistazo a nuestro mundo y ver qué hace falta en él. Seguramente sacaremos una
gran lista: le falta amor, sinceridad, honradez, cercanía, alegría, esperanza,
caridad… Pero sobre todo a nuestro mundo le faltas tú. Sí, ¡tú! Porque nada de
lo anterior se lograría si tú no dieras ese primer paso y pusieras en el mundo
aquello que necesita para ser un mundo más humano, más cristiano, más de Dios.
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos: «Os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a
la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores, por causa mía. Así
tendréis ocasión de dar testimonio. Haced propósito de no preparar vuestra
defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente
ni contradecir ningún adversario vuestro. Y hasta vuestros padres, y parientes,
y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos
os odiarán por causa mía. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con
vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.»
Del mismo modo que Jesús fue
perseguido a causa de su predicación, sus discípulos también lo serán. Sin
embargo, en medio de una vida tranquila, suena un poco extraño ese de que “nos
odiarán” ¿No será que muchas veces no molesta a nadie nuestra proclamación y
vivencia del Evangelio porque nosotros mismos no lo comunicamos ni vivimos con
convicción?
Quizá debamos implicarnos más, darnos
más. Darse más es sentir que el otro también necesita de ti y de tu vida. Darse
más es compartir el futuro y el presente, reconocer en el otro una posibilidad
de amar y entregarse. Darse más, en definitiva, es lo que hizo Dios por
nosotros.
A lo largo de este día tendrás la
oportunidad de ofrecerte: en clase, en tu casa o en tu vida diaria. Y en todas
estas oportunidades se te va a pedir no sólo que "quieras", sino que
"quieras darte más". Es el único modo de convertir tu egoísmo en
disponibilidad, tu "yo" en un "nosotros".
Y si estás dispuesto, dilo: QUIERO
DARME
Lo que florece, ¿está ya en la
semilla? ¿Se puede improvisar una flor, un atardecer o un alma generosa? ¿Hay
algo en nosotros que no haya sido sembrado?
La raíz de todo está en el corazón. Y
lo que no esté enraizado en él nunca brotará. Si quieres cambiar el mundo,
revisa tu corazón, ¿dónde hunde sus raíces?
Un árbol es un buen ejemplo de vida.
Crece firme porque está arraigado, bebe desde centro de la tierra a través de
unas raíces que han costado años desarrollar. De su firmeza y su paciencia
surge vida a su alrededor: pájaros que anidan, insectos que encuentran en él su
hábitat, personas que buscan su sombra... ¿Eres tú así?
· Sólo
compartiendo nuestra vida podemos llegar a encontrar y descubrir su verdadero
sentido. ¿Te había parado a pensar que a medida que nos sentimos más llenos de
los otros vamos vaciando más nuestra vida? Es como si fuéramos más personas,
más nosotros, cuando abrimos nuestro corazón a los otros. Curioso, ¿verdad?
Pues este Adviento que va a
comenzar te proponemos compartir la vida. Pero hacerlo porque Dios ha compartido
la nuestra. Y por eso se hizo niño, compartiendo nuestro suelo, pisando
nuestros caminos, sintiendo como siente el hombre, amando como sólo la
humanidad sabe amar... y enseñándonos a todo ello (caminar, sentir y amar) en
su mejor expresión. Sí, Dios quiso darse más, y lo hizo experimentando nuestra
vida, desde dentro. Él también dijo: Sí, "Quiero
darme +".
· Compartir
la vida es +... ¿te vas a perder la oportunidad de vivir lo que Dios ha querido
que vivas? No te cortes. Hazlo. Escúchale, contempla, navega en tu interior y
descubrirás las razones de una entrega sin medida que, al final, movilizará tu
vida.
Escucha, contempla, navega...
¡movilízate!
El Adviento nos invita a escuchar,
a contemplar, a navegar y a movilizar nuestro día a día.
Escuchar a Dios, también a
los otros (que son como las sucursales de Dios para nosotros), atender a su
palabra. ¿Ves lo fácil que es descolgar un teléfono, coger una llamada? Pues
Dios nos lo pone a huevo todos los días... pero no siempre estamos
dispuestos... nuestra "línea" está caída, o sobrecargada.
Contemplar los signos
que nos va dejando... como los Magos la estrella, para saber y aprender a verle
hasta en las más pequeñas cosas y en los más pequeños gestos.
Navegar, como navega el
marinero confiado en las estrellas... hacia el fondo... sabiendo que al final
Él se encontrará con nosotros, que no siempre le encontramos.
Y movilizar. ¡Movilízate!
Porque una vida parada no conduce a nada. Hace falta también lo concreto, el
compromiso real.
·
Preparad el camino al Señor, allanad las
sendas" (Mt.3,3)
Los
caminos fueron creados para facilitar un trayecto concreto, para no perdernos,
para poder transitar de un lugar a otro sin barreras ni dificultades. De esa
manera, los caminos son espacios sin los cuales sería muy difícil viajar.
El
mensaje del Evangelio es claro y preciso "Preparad el camino al que
llega para darnos paz, para traer un mensaje de Amor a la humanidad".
Es
necesario que construyamos esos caminos en nuestro interior. Si no dedicamos
esfuerzo y tesón a ello nuestro corazón estará cargado de piedras y maleza que
dificultará el paso de Jesús por nuestra vida.
Allanemos
la senda de nuestra vida, limpiemos de impurezas nuestro vivir diario para
poder formar un sendero que facilite el paso del amor, gratuidad, entrega y
compasión.
Si
abrimos nuestro corazón a la verdad el paso de Dios estará latente en adviento
y el resto del año.
¡Allanemos
los caminos! ¡Jesús lo necesita para
poder llegar a nuestro interior!