El Jardín de San Francisco

El Jardín de San Francisco

miércoles, 8 de noviembre de 2017

Padre nuestro
1. Padre nuestro que estás y reinas en el cielo,
que estás y quieres reinar en la tierra,
ayúdanos a ser y vivir como hermanos.
Todos. Te saludamos, Padre nuestro del cielo.
2. Que tu nombre sea bendito, santificado, respetado.
Que todos te conozcan,
y que nosotros te demos a conocer en nuestra vida.
Todos. Santificado sea tu nombre
3. Que venga tu Reino,
que venga la justicia, la solidaridad, la paz.
Todos. Venga a nosotros tu Reino
4. Que se derrumben los muros y caigan las fronteras,
que se acaben las desigualdades.
Todos. Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
5. Ni ricos ni pobres, que nadie muera de hambre,
ni de sed, ni de odio, que nadie sea explotado ni oprimido,
que nadie sea excluido, marginado, discriminado.
Todos. Danos hoy nuestro pan de cada día.
6. Que venga tu Reino, tu Espíritu, tu  LUZ,
y se adueñe de nuestros corazones,
y empiece en ellos a reinar con fuerza.
Todos. Perdona nuestras ofensas como también
 nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
7. Venga a nosotros tu LUZ, para que nos empeñemos ya
en hacer tu voluntad en la tierra, como se hace en el cielo;
para que anticipemos ya en el suelo,
el reino de la solidaridad que hay en el cielo.
Todos.  No nos dejes caer en la tentación.
             Y líbranos de todo mal. Amén

Lucas 14,15-24.
En aquel tiempo: Uno de los invitados le dijo: "¡Feliz el que se siente a la mesa en el Reino de Dios!".
Jesús le respondió: "Un hombre preparó un gran banquete y convidó a mucha gente.
A la hora de cenar, mandó a su sirviente que dijera a los invitados: 'Vengan, todo está preparado'.
Pero todos, sin excepción, empezaron a excusarse. El primero le dijo: 'Acabo de comprar un campo y tengo que ir a verlo. Te ruego me disculpes'.
El segundo dijo: 'He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlos. Te ruego me disculpes'.
Y un tercero respondió: 'Acabo de casarme y por esa razón no puedo ir'.
A su regreso, el sirviente contó todo esto al dueño de casa, y este, irritado, le dijo: 'Recorre en seguida las plazas y las calles de la ciudad, y trae aquí a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los paralíticos'.
Volvió el sirviente y dijo: 'Señor, tus órdenes se han cumplido y aún sobra lugar'.
El señor le respondió: 'Ve a los caminos y a lo largo de los cercos, e insiste a la gente para que entre, de manera que se llene mi casa.
Porque les aseguro que ninguno de los que antes fueron invitados ha de probar mi cena'".
COMENTARIO
«Cuando des un banquete, llama a los pobres, (...) porque no te pueden corresponder, pues se te recompensará en la resurrección de los justos»
Hoy, el Señor nos enseña el verdadero sentido de la generosidad cristiana: el darse a los demás. «Cuando des una comida o una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; no sea que ellos te inviten a su vez, y tengas ya tu recompensa» (Lc 14,12).

El cristiano se mueve en el mundo como una persona corriente; pero el fundamento del trato con sus semejantes no puede ser ni la recompensa humana ni la vanagloria; debe buscar ante todo la gloria de Dios, sin pretender otra recompensa que la del Cielo. «Al contrario, cuando des un banquete, llama a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos; y serás dichoso, porque no te pueden corresponder, pues se te recompensará en la resurrección de los justos» (Lc 14,13-14).

El Señor nos invita a darnos incondicionalmente a todos los hombres, movidos solamente por amor a Dios y al prójimo por el Señor. «Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir lo correspondiente» (Lc 6,34).

Esto es así porque el Señor nos ayuda a entender que si nos damos generosamente, sin esperar nada a cambio, Dios nos pagará con una gran recompensa y nos hará sus hijos predilectos. Por esto, Jesús nos dice: «Más bien, amad a vuestros enemigos; haced el bien, y prestad sin esperar nada a cambio; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo» (Lc 6,35).

Pidamos a la Virgen la generosidad de saber huir de cualquier tendencia al egoísmo, como su Hijo. «Egoísta. —Tú, siempre a “lo tuyo”. —Pareces incapaz de sentir la fraternidad de Cristo: en los demás, no ves hermanos; ves peldaños (...)» (San Josemaría).
Alabar
Si te has parado a contemplar el cielo,
un bosque, un arroyo,
que te han impresionado por algo
que has llamado «belleza»,
si has sentido de pronto ganas de cantar,
o de correr un buen trecho,
por algo que has llamado «alegría»,
si te has preguntado asombrado
cómo alguien cercano a ti
te puede querer
precisamente a ti...
¡puedes entender lo que significa alabar!

ORAMOS CON LAS BIENAVENTURANZAS, Mt 5
“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, pues ellos serán saciados.
“Bienaventurados los misericordiosos, pues ellos recibirán misericordia.
“Bienaventurados los de limpio corazón, pues ellos verán a Dios.
“Bienaventurados los que procuran la paz, pues ellos serán llamados hijos de Dios.
Bendice mis manos
Señor, bendice mis manos
para que sean delicadas y sepan tomar
sin jamás aprisionar,
que sepan dar sin calcular
y tengan la fuerza de bendecir y consolar.
Señor, bendice mis ojos
para que sepan ver la necesidad
y no olviden nunca lo que a nadie deslumbra;
que vean detrás de la superficie
para que los demás se sientan felices
por mi modo de mirarles.
Señor, bendice mis oídos
para que sepan oír tu voz
y perciban muy claramente
el grito de los afligidos;
que sepan quedarse sordos
al ruido inútil y la palabrería,
pero no a las voces que llaman
y piden que las oigan y comprendan
aunque turben mi comodidad.
Señor, bendice mi boca
para que dé testimonio de Ti
y no diga nada que hiera o destruya;
que sólo pronuncie palabras que alivian,
que nunca traicione confidencias y secretos,
que consiga despertar sonrisas.
Señor, bendice mi corazón
para que sea templo vivo de tu Espíritu
y sepa dar calor y refugio;
que sea generoso en perdonar y comprender
y aprenda a compartir dolor y alegría
con un gran amor.
Dios mío, que puedas disponer de mí
con todo lo que soy, con todo lo que tengo.